Los engaños del descontrol: las trampas emocionales

Escrito por  15 Ene 2019

Todos arrastramos heridas, no te averguences por tener un problema y busca ayuda.

En un post anterior hablábamos de las trampas mentales del descontrol, esas creencias, ideas, razonamientos, que nos contaminan y hacen que nos enredemos más en el problema en vez de salir de él. Continúamos analizando las trampas del descontrol, esta vez en el plano emocional:

 

Evitación emocional

 

Es frecuente el miedo a las emociones, especialmente a las emociones negativas, pero también a las positivas. Puede que la mezcla entre tu hipersensibilidad y tu hiper-racionalidad te hiciera concluir que, dado que te hacían sufrir mucho, mejor desterrarlas. Puede que los sentimientos fueran un “tabú” en tu familia. Puede que taparas determinadas experiencias negativas a base de tapar emociones…

 

Sin embargo, el estilo de afrontamiento utilizado en la evitación emocional, cuando es excesivo, genera alteraciones en el cuerpo: alimentación, sueño, energía, apetito sexual, empeoramiento de cuadros somáticos… Esto no es magia. Ocurre simplemente porque las emociones se viven en el cuerpo: nuestro cerebro envía señales a través del sistema nervioso. Cuando estás haciendo un esfuerzo por tapar, esas señales se están enviando todo el tiempo, esperando a que las escuches. Y si no las escuchas… suben el volumen.

 

Sentimiento de vergüenza

 

No te lo has inventado: lamentablemente comer en exceso ha sido entendido como un pecado (“gula”), como señal de una personalidad descontrolada y perezosa, como un exceso de emocionalidad que no está bien visto en nuestra sociedad… Pero afortunadamente hoy en día sabemos que es un problema emocional, que tiene solución y no define a una persona, y que el contacto con las emociones es necesario para la supervivencia y la felicidad. El sentimiento de vergüenza es, lamentablemente, lo que bloquea para pedir ayuda y lo que convierte estos problemas en crónicos precisamente por ese motivo.

 

No te avergüences por tener un problema: todos arrastramos heridas, tú tienes las tuyas y salieron con esta “fiebre”. Cuando tenemos fiebre, no nos enfadamos o nos avergonzamos por tenerla, sino que buscamos soluciones. Haz lo mismo con “tu fiebre emocional”. 

 

¿Sabías que hay muchas personas que se sienten igual que tú? Puedes leer el post de Andrea ArroyoLa doble vida de la bulimia nerviosa”.

 

Sentimientos de culpa y auto-desprecio

 

Juzgarte. Etiquetarte. “Soy un desastre”. “Un descontrol con patas”. “Una glotona”. “Un bulímico”. La conducta que no te ha gustado y que te hace daño se convierte en el centro, en lo único, en lo que te define como persona. No existe más. ¡Qué injusto! Tú eres mucho más que tus conductas alimentarias. Es un problema emocional, no “un vicio”. Y necesitas tu apoyo, no tu desprecio, para salir de este problema. Recuerda que la diferencia entre responsabilidad y culpa es fundamental para salir de un problema.

 

Sensación de libertad 

 

El atracón da sensación engañosa de libertad, independencia: “como lo que me da la gana… pero luego, me siento fatal”. Quizás tus atracones te están hablando de tu necesidad de autonomía, pero saciar esa necesidad con un sucedáneo no parece la mejor idea: tu hambre de libertad continúa, tu malestar contigo misma/o también.

¿Con qué otras actividades puedes darte libertad sin atentar contra tu salud y bienestar?

 

Autocuidado a través de la comida 

 

La sociedad nos lo vende, la biología te predispone a ello: comer es placentero, es “tu momento”, es “tu ratito”… ¿Con qué otras actividades puedes concederte “tu ratito” sin hacerte daño?

 

Lo que no puedes cuestionar es que necesitas “tu espacio”. Todos los seres humanos lo necesitamos. Un error frecuente es no concedértelo, seguir tirando (por las circunstancias, por la sobrecarga, por la hiperexigencia, por las dinámicas tóxicas en las que entramos…). Tu patrón alimentario te está entonces mandando un mensaje: cuídate. Pero de mejor manera. Puedes leer más sobre el hambre emocional en los posts de Marta GarcíaHambre emocional: una puerta hacia tu interior” y “6 claves saludables para satisfacer el hambre emocional”.

 

Sentimiento de soledad 

 

Desde que nacemos, aprendemos a relacionar comida con afecto. La publicidad y los medios no hacen más que reforzarnos esa relación (tenemos ya como prototípica la escena en la que la protagonista se sienta delante de una tarrina gigante de helado tras un desamor). Las sensaciones positivas que aporta la comida pueden, transitoriamente, “tapar” vacíos, dolor, ausencias. Pero sólo transitoriamente, igual que una golosina que engaña el hambre pero no nos nutre. Quizás sea mejor contactar con tu sensación de hambre, aunque sea doloroso. Quizás sea preferible replantearte dónde puedes saciar ese hambre emocional. Quizás necesitas plantearte si las relaciones actuales no satisfacen ese hambre…

 

Sentimiento de rabia 

 

¿Conoces la expresión “estoy que muerdo? Los que inventaron esa expresión debían tener una adecuada conciencia corporal de sus emociones, porque los músculos de la zona responsable de morder suelen tensarse en momentos de tensión y enfado... Quizás te enseñaron que el enfado era de malas personas y aprendiste a “tragártelo”. Pero si no conectamos con las emociones que nos produce afrontar determinados problemas, esto afecta a nuestro cuerpo, como si la emoción se quedara en él sin resolver (puedes leer las primeras investigaciones con las que se empezó a contrastar esta relación en el libro El arte de confiar en los demás, de James W. Pennebaker). Morder, tragar, taparse la boca con comida pueden tener que ver con tu enfado. Quizás necesites permitirte enfadarte. Quizás necesites permitirte expresar ese enfado. Quizás necesites aceptar algo doloroso y dejar ir ese enfado. Escucha tu enfado para enterarte de qué necesitas.

 

Sentimiento de asco 

 

¿Qué vomitas cuando estás vomitando? El asco puedes dirigirlo hacia ti, como un auto-desprecio extremo, pero es posible que esté relacionado con una situación o relación tóxica que te esté desbordando. “No tragues” más de lo que tus propios límites admiten. No “te comas” marrones que no te corresponden. Si sientes asco ante algunas situaciones, quizás es porque hay algo tóxico que te está sentando mal. ¿Quizás hay algo en tu vida que no digieres? Sepárate o“vomita” simbólicamente lo que tengas que vomitar… y deja la comida en su sitio, sin hacerte daño.

 

Permanencia en lo positivo/Intolerancia a emociones negativas

 

Puedes sentir que te cuesta mucho terminar lo bueno, no sólo en la comida sino también en las relaciones, en las situaciones… Está relacionado con la intolerancia a la frustración, pero no sólo. Quizás nunca tuviste algo bueno de verdad, caracterizándose tu vida por un estado entre las emociones negativas y la evitación de emociones negativas. Quizás lo bueno que tuviste era muy impredecible, con muestras de afecto inestables que no sabías nunca cuándo iban a llegar. Quizás no se atrevieron a enseñarte que las cosas se terminan. Quizás viviste demasiados duelos sin digerir, y se quedó atrancado el pánico a dejar ir...

 

Intolerancia a la frustración

 

¿Qué quiere decir exactamente “no puedo aguantarme”? Que empiezas a sentir el cuerpo muy tenso… Que sientes unas intensas ganas de…(comer). Que te cuesta mucho contenerte (te cuesta mucho no es lo mismo que “no poder”). En cualquier caso: bienvenid@ al mundo de los seres humanos, donde las emociones se conectan con un impulso a la acción. Menos mal que sentir no es actuar. Entre sentir y actuar, tenemos un margen. Es cierto que cuanto más intensa sea la emoción, más difícil se hace controlar la tendencia a actuar de una determinada manera. Pero difícil no es imposible. La mala noticia es que a frustrarse, uno aprende…frustrándose. Poco a poco.

 

Empieza, por ejemplo, sólo retrasando el atracón. O retrasando la purga, si la haces. ¿Cómo consigues pasar esos minutos? ¿Qué estrategias te son útiles y cuáles no? ¿La distracción? (suele ser útil pero insuficiente a largo plazo) ¿El auto-diálogo? ¿La escritura? ¿La música? ¿El dibujo, la pintura? ¿El apoyo en otros? ¿La descarga o actividad física? ¿La relajación, el cuidado por otras vías? ¿Qué utilizas en otros momentos para tolerar el malestar de cualquier otro tipo? No es lo mismo, pero te puede ayudar conocer tu estilo de afrontamiento y utilizar las herramientas que ya tienes y empleas en otras ocasiones. Recuerda no etiquetarte ni juzgarte, aplica una mentalidad práctica, centrada en la solución de lo que tienes entre manos AHORA.

 

Regulación interpersonal (dependencia)

 

Una trampa complicada que puedes encontrarte cuando estás en la tarea de aprender auto-regulación es darte cuenta de que la mayoría de las veces que consigues regularte es con compañía (de un familiar, de tu pareja, de un amigo…). Es cierto que el apoyo afectivo es un muy buen recurso, pero constituye un problema si es el único recurso con el que cuentas. Necesitas que se convierta, simplemente, en uno más. Necesitas confiar en tu capacidad para aprender. Ahora sientes que no puedes. Lo mismo sentiste, aunque no lo recuerdes, la primera vez que caminaste “solita/o”. O la primera vez que montaste en bici sin ruedines. Las primeras veces te equivocas, te caes, te haces daño… Pero es la única forma de aprender. Es muy posible que necesites aprender mayor autonomía.

 

Los problemas alimentarios suelen tener mucho que ver con cómo resuelves tus necesidades de autonomía y dependencia.

 

 

Miedo a sentirte bien contigo misma/o 

 

Hay personas que cuando llegan a un objetivo que querían, “sin darse cuenta” lo pierden. Como si no se sintieran ellas mismas en ese sitio. Como si su rol fuera el de “perdedora para siempre”. Como si colocarse en el lugar del éxito y/o bienestar fuera una especie de traición familiar. Como si sentirse bien obligara a ser independiente y no tener vínculos nunca más (quizás sólo nos cuidaron cuando estábamos mal). Como si sentirse bien implicara un nivel de hiper-exigencia insoportable en el que preferimos no entrar (¿quizás eso era “lo normal” en nuestra historia?).

 

Posiblemente te lleve mucho tiempo analizar qué tipo de “mandatos” llevas impresos por tu biografía. Y te llevará más tiempo aún irte despidiendo de ellos. Pero es el único camino para que tu vida sea tuya, no la vida que otros diseñaron o diseñan para ti.

 

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Laura Hernangómez

Psicóloga clínica en Unidad ambulatoria de Trastornos Alimentarios y Programa infanto-juvenil de Trastornos Alimentarios del Complejo Hospitalario Universitario de Toledo. Psicoterapeuta acreditada por la Asociación Española de Psicoterapias Constructivistas (ASEPCO).

Doctora cum laude por la Universidad Complutense de Madrid. El tema de mi tesis fue la vulnerabilidad psicológica a la depresión y, desde entonces, he ampliado mi interés al estudio de la vulnerabilidad en trastornos alimentarios. He presentado diferentes publicaciones científicas de carácter nacional e internacional, y el libro de carácter divulgativo ¿Por qué estoy triste? Guía para afrontar la depresión (Editorial Aljibe). Colaboro en la revisión de artículos de revistas científicas en el ámbito de la Psicología Clínica.

Además de la práctica clínica y la investigación, siempre me ha apasionado la docencia; recuerdo con especial afecto mis años como Profesora Asociada en la Universidad Complutense y actualmente mantengo colaboraciones docentes en postgrado con diferentes instituciones públicas sanitarias y educativas y otras entidades privadas dedicadas a la clínica y la formación, como Universidad Alfonso X El Sabio, ASEPCO o Centro Documentación de Estudios y Oposiciones (CEDE).

Twitter: @LauraHgzCriado Instagram: @laurahgzcriado Facebook: Laura Hernangómez Criado

Colaboradores

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