La personalidad en los trastornos alimentarios

Escrito por  20 Ene 2021

Todos tenemos unos rasgos que definen nuestra personalidad. Te descubrimos cómo influye ésta en los trastornos alimentarios. 

Imagina un edificio. Ese edificio se sujeta en pie porque tiene una estructura que lo sostiene, ¿verdad?. Ese edificio tiene ladrillos, tiene vigas, tejado… tiene diversos elementos que contribuyen a que se mantenga en pie y que nos protegen de las circunstancias externas (bien sabemos que éstas van desde una fresca tarde de otoño hasta una intensa tormenta de nieve).

 

Cuanto mejor integrados estén esos materiales, más sólida y estable sea esa estructura, más posibilidades habrá de que el edificio siga en pie a lo largo del tiempo, a pesar de las inclemencias meteorológicas, el desgaste del uso y otras circunstancias difíciles de la vida. Pues bien, algo parecido pasa con nosotros mismos. Todo nuestro mundo interno (pensamientos, emociones, sensaciones, valores, actitudes...) está siendo sostenido por una estructura clave: nuestra personalidad.

 

Todos tenemos personalidad: unos somos más dependientes, otros más obsesivos... de un modo más rígido o más flexible; pero todos tenemos unos rasgos característicos que definen nuestra personalidad. Y de la integración de esa estructura de nuestra personalidad dependerá nuestro afrontamiento de las situaciones difíciles, al igual que pasa con los edificios.

 

¿Qué es exactamente la personalidad?

 

La personalidad consiste en un patrón particular de sentir, pensar, interpretar, afrontar y comportarse en el mundo, con los demás y con nosotros mismos. La personalidad de cada uno se desarrolla a partir de la interacción de algunas variables innatas con el entorno en el que nos desarrollamos.

 

Todos vivimos situaciones difíciles a veces que requieren, especialmente en la infancia, de que desarrollemos estrategias para afrontarlas. Estas estrategias pueden ser más o menos sanas para nosotros mismos, pero siempre sirven para eso que necesitamos en el momento. Son un flotador que nos salva de ahogarnos. Por ejemplo, una niña a la que sus padres no le pueden dedicar el tiempo que necesita, podría desarrollar una serie de conductas que la ayuden a conseguir eso que su mundo interno necesita: sentirse vista. Siendo así, con el paso de los años podría usar este recurso para sentirse vista, válida e importante, desarrollando una personalidad histriónica y sin darse cuenta que eso que en su día funcionó no es necesario ya, puesto que es una adulta ahora que tiene otras herramientas. Todos en nuestra infancia hemos necesitado algo que no hemos tenido, y por eso todos tenemos personalidad.

 

Una personalidad sana será aquella en la que predomina un rasgo específico que se sostiene sobre una estructura sólida y estable, manteniendo un funcionamiento adecuado entre los distintos aspectos de la personalidad y con los demás (Rodríguez-Cahill, 2015).

 

Cuando la personalidad no es sólida o estable, cuando los rasgos son demasiado exagerados y rígidos, cuando sus diferentes aspectos no están bien integrados, nos encontramos ante un trastorno de personalidad.

 

La flexibilidad es un aspecto fundamental cuando hablamos de salud mental y en el caso de la personalidad no iba a ser menos.

 

La vida nos pone a prueba con sus obstáculos una y otra vez. Si volvemos a la analogía del edificio, en los países con muchos terremotos han desarrollado unas estructuras flexibles para que los altos rascacielos no se vean dañados durante ese movimiento de la tierra. Sin flexibilidad corremos el riesgo de venirnos abajo, de rompernos.

 

En cualquier caso, ya hablemos de rasgo o de trastorno, la personalidad es tremendamente importante dado que los síntomas o dificultades que experimentamos a lo largo de las distintas circunstancias vitales que atravesamos están estrechamente relacionados con ésta. La personalidad determina de qué modo nos sentimos o en qué modo afrontamos los problemas y, por eso, es imprescindible trabajar desde la base para resolver el malestar que aflora en la superficie.

 

Comorbilidad entre trastornos de personalidad y trastornos de la conducta alimentaria

 

Existe una alta comorbilidad entre los trastornos de personalidad (en adelante TP) y los trastornos alimentarios (en adelante TCA). Aunque los datos son dispares, podemos encontrar estudios que recogen prevalencias que oscilan entre el 27% y el 77% (Martín-Murcia, Cangas, Pozo, Martínez-Sánchez y López-Pérez, 2009), lo que parece ser una comorbilidad mayor de la que se encuentra en otras patologías psiquiátricas.

 

Los estudios de personalidad en TCA arrojan cifras muy variables, si bien todos coinciden en que los trastornos o estilos de personalidad serían un aspecto de gran relevancia en el pronóstico y, por ende, en el tratamiento. A pesar de esta falta de unicidad, también se postula, en líneas generales, que los estilos de personalidad serían distintos para anorexia y bulimia. Nos encontramos, por tanto, una mayor presencia de perfiles obsesivo-compulsivos, y evitativos en anorexia y de trastorno límite de personalidad e histriónico en bulimia y trastorno por atracón, lo que parece relacionarse principalmente con la variable control/impulsividad.

 

Según Echeburúa y Marañón (2001), en la anorexia la comorbilidad más frecuente es con alguno de los trastornos del grupo C (evitador, dependiente y obsesivo) y, en menor medida, con el trastorno límite, especialmente en el caso de las anorexias con conductas purgativas. A su vez, en la bulimia lo más llamativo es la comorbilidad simultánea con varios trastornos de personalidad, de los que los más frecuentes son los del grupo B (límite e histriónico) y en menor medida, del grupo C (evitador y obsesivo). Además, señalan que cuando hay una comorbilidad entre un trastorno de la conducta alimentaria y un trastorno de la personalidad, suelen aparecer además otros síntomas psicopatológicos como depresión o ansiedad.

 

En cualquier caso, lo que nos parece de suma relevancia, son los factores comunes que nos encontramos en ambos casos. Cuando empecé a conocer más sobre trastornos alimentarios esto fue algo que me enganchó desde el inicio y es que mi sensación es que ambos (TP y TCA) son primos hermanos si miramos la parte sumergida del iceberg. Tanto en TP como en TCA nos encontramos con personas que presentan un altísimo nivel de sufrimiento interno, la sensación de no ser válidos o incluso indignos (disociada en algunos TP, pero siempre presente al fin y al cabo), importantes problemas de regulación emocional y relacionales. En muchos de los casos, además, nos vamos a encontrar con historias de vida complicadas o traumáticas. Estos aspectos, por tanto, serán algunos de los focos del tratamiento.

 

Implicaciones clínicas

 

Diversos trabajos, así como la propia experiencia clínica, plantean que los TP subyacentes podrían aportar información relevante en cuanto al tratamiento y al pronóstico de los TCA, orientando hacia las estrategias de tratamiento más eficaces.

 

Lo mismo sucede con la estructura de la personalidad no patológica. Que no haya un TP subyacente nos hablará de una menor resistencia al tratamiento, si bien esos pacientes también tendrán personalidad y ésta nos hablará de la función del síntoma en gran medida. Dado que los pacientes con TCA son en muchas ocasiones (o se encuentran en esta fase al inicio del tratamiento) herméticos, evitadores y alexitímicos, conocer su personalidad nos dará pistas sobre su historia de vida y sus necesidades. Esto nos ayudará a comprender mejor el síntoma y orientar el tratamiento.

 

Una personalidad obsesiva nos habla de perfeccionismo como forma de evitar el error, de la necesidad de regular la autoestima constantemente a través del buen hacer. Una personalidad dependiente nos descubre que la persona siente que no puede sola, que únicamente vale en la medida que otro le quiere… Comprender estas particularidades y atenderlas resultará de gran ayuda en el abordaje, así como para que la propia persona comprenda mejor sus necesidades y la función de los síntomas y defensas que presenta.

 

Si en nuestra casa el calor de la calefacción se escapa constantemente y tenemos frío, deberemos explorar si se trata de un problema de la instalación, de sellado de las ventanas u otro motivo, porque establecer este diagnóstico estructural nos ayudará a dar con la clave para solucionar el problema.

 

Por tanto, tener en cuenta los factores estructurales de nuestros pacientes puede ser de gran relevancia para el tratamiento. En cualquier caso, debemos contribuir a hacer de su personalidad una estructura sólida, pero flexible, estable e integrada que resista a las futuras inclemencias de la vida.

 

Referencias bibliográficas

 

- Echeburúa, E., & Marañón, I. (2001). Comorbilidad de las alteraciones de la conducta alimentaria con los trastornos de personalidad. Psicología conductual, 9(3), 513-525.

 

- Murcia, F. M. M., Cangas, A. J., Pozo, E. M., Sánchez, M. M., & Pérez, M. L. (2009). Trastornos de la personalidad en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. Psicothema, 21(1), 33-38.

 

- Rodríguez-Cahill, C., & de Grado González, E. (2015). Los desafíos de los trastornos de la personalidad: la salud mental al límite. Grupo 5.

 

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Paula Cabal

Soy psicóloga general sanitaria, especialista en psicoterapia integrada de los trastornos de personalidad y psicoterapia integradora infantil. Desde 2010 dirijo la Clínica Cabal (Oviedo), donde también trabajo como psicoterapeuta, docente y supervisora; en la que trabajamos desde un enfoque integrador orientado por la personalidad del paciente y su familia. Cuanto más tiempo dedico a acompañar a mis pacientes, más consciente me hago de la necesidad constante que tenemos los terapeutas de leer, formarnos y compartir conocimientos con nuestros compañeros. En los últimos años me he formado especialmente en diferentes modelos de tratamiento (terapia basada en la mentalización, terapia dialéctico-conductual y EMDR) y en los fenómenos asociados al trauma complejo y la disociación. Espero que mi afán por aprender, mejorar y compartir nunca conozca límites; así como no los tiene la valentía de nuestros pacientes al escoger el camino de la psicoterapia.

 

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