Dudas de una profesora

Escrito por  07 Jun 2016

¿Qué hago si hay alguien con un trastorno alimentario en clase?

Desde este espacio que me brinda este maravilloso blog: Cómete el mundo TCA, me permito hacer una reflexión en mi calidad de docente que puede ser acertada o no.

Llevo en Educación Secundaria desde el año 92. Como profesora de Matemáticas he recorrido muchos institutos, y creo que tengo una visión “amplia” de cómo se abordan los trastornos alimentarios en ellos.

 

Hace más de 20 años que me encontré por mi primera vez una alumna con anorexia nerviosa, tenía 15 años, estaba en 4º de la ESO, la enfermedad la atrapó con 14.

La orientadora nos reunió al equipo educativo y nos informó de su situación: que a veces no venía a clase, que la madre se entrevistó con ella alguna que otra vez, y poco más. Suele ser un tema tabú.

Y era cierto que a veces no venía, también que le gustaban las Matemáticas y siempre salía voluntaria. Cuando volvió me extrañó que no saliese. Nunca olvidaré los nudillos de su mano agarrando el lápiz.

En la reunión de tutores, la orientadora nos contó que venía de un ingreso y que, bueno, que ahí andaba, tenía que dormir con una almohada entre la piernas porque se le calvaban los huesos.

Poco más fue la intervención que se hizo, nadie me habló del terrible sufrimiento que hay detrás, ni de la necesidad que tienen de reforzar su autoestima, ni mucho de que estábamos ante una enfermedad mental y que la pérdida de peso era una consecuencia donde se reflejaba todo el desajuste que hay detrás.

 

Han pasado muchos años y algún que otro caso me he vuelto a encontrar. El último, una chica de bachillerato, hará tres cursos. La intervención en este centro fue similar: breves orientaciones en las sesiones de evaluación para que tuviésemos en cuenta su situación, y nada más.

 

Tengo una amplia gama de curso de formación de todo tipo, de diferentes universidades, organizaciones o entidades formativas, y ninguno hace referencia a Trastornos de la Conducta Alimentaria, tan frecuentes en estas edades, quizás por mi indiferencia, pero también porque no se ofertan.

He comentado con compañeros y amigos de la profesión esta impresión mía. Todos se han encontrado con casos de anorexia y no sabían cómo actuar. Por ejemplo:

 

Fran, profesor de Lengua y Literatura, me comenta que en 1º de bachillerato se encontró con un alumna con anorexia. El Departamento de Orientación intervino entrevistándose con la madre, que les contó su preocupación, pero en ningún momento se habló de ADETAEX (Asociación en defensa del tratamiento de los trastornos alimentarios en Extremadura), o de qué pasos seguir. Es cierto que se estuvo muy pendiente de ella desde el instituto, y que a los profesores se les pidió que tuviesen en cuenta su situación, pero no les dieron pautas de cómo actuar ni indicaciones sobre la enfermedad.

 

Rocío, maestra de primaria en un pueblo lejos de todos lados, dice que una compañera detectó que una alumna tenía un trastorno alimentario porque presentaba síntomas similares a un familiar suyo, pero en el colegio no le dieron la importancia suficiente. Pasó el verano, y cuando comenzó el nuevo curso el daño era irreparable, presentaba una gran pérdida de peso. Se pusieron en contacto con el centro de salud y la respuesta fue que carecían de formación en el tema y que no sabían cómo actuar. Desde el colegio buscaron información en la red y encontraron a la asociación ADETAEX, que fue quién marcó las pautas.

 

Mercedes, profesora de Ciencias Naturales, me comenta que el curso pasado tuvo dos alumnas en la misma clase, que eran amigas, con trastornos alimentarios (no hay que olvidar las influencias que pueden ejercer unos sobre otros, compartiendo información y métodos para perder peso). La educadora social actúo con rapidez y se entrevistó con las madres, una de ellas no le dio importancia y lo consideró manías de la edad, hasta que la llamaron del centro porque su hija se había autolesionado, provocándose múltiples cortes en las piernas.

Mercedes me comenta que lo que más le llamaba la atención de una de ellas era su infinita tristeza.

 

Pienso que poco hemos avanzado en este tema en educación, no hay unas pautas claras de cómo abordar, de una manera acertada, a los alumnos y alumnas que padecen esta enfermedad.

 

Es necesario observar este problema desde otra perspectiva, es cierto que son alumnos que no ocasionan problemas y suelen pasar desapercibidos, pero eso no es excusa para mirar para otro lado, se merecen que sus profesores conozcan aspectos de esta enfermedad que influye en su vida diaria en los centro educativos para que se sientan mejor en ellos.

 

Imagen de portada de almeriblog (Creative Commons)

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