La despensa emocional de la segunda infancia y adolescencia

Escrito por  12 Jun 2018

¿Qué más comes cuando estás comiendo?

En el primer post sobre “la despensa emocional” analizamos algunos de los significados que pueden asociarse a la alimentación en nuestros primeros meses de vida. Pero la alimentación nos sigue acompañando en las siguientes etapas y continúa acumulando significados. ¿Te animas a revisar más con nosotros?:

 

  • No comer puede significar “autonomía” “controlar”, “fuerza (de voluntad)”...y comer, “ser buena/o”, complacer, permitir al otro que controle. Imaginemos un bebé que ya ha crecido lo suficiente para agarrar la cucharita (mal, pero la agarra) y coordinar mínimamente para llevársela a la boca. ¿Cuál será el siguiente paso previsible cuando su cuidador(a) le acerque la cuchara? Evitará girando la cabeza, tenderá la manita para coger la cuchara… acompañando quizás de un mensaje verbal contundente: “No. Yo”. Porque igual que tenemos necesidad de apego, en cuanto crecemos un poco tenemos necesidad de autonomía y autodeterminación: queremos sentirnos protagonistas de nuestros actos, nos apasiona descubrir los efectos que provocamos, nos gusta hacer las cosas solos. Comer es una de ellas. “Lo puedo hacer yo solito/a, mi boca es mía, yo controlo lo que entra en ella, es mi cuerpo, no me puedes obligar en contra de mi voluntad”.  Pero no sólo eso, además del poder de decisión sobre sí mismo, el bebé también tiene necesidad de predecir y controlar lo que ocurre a su alrededor y con la comida puede descubrir un poderoso medio de influencia: puede detectar que los adultos de su entorno tienen más interés en que coma que él mismo, puede adivinar que sus negativas generan una intensa respuesta emocional, puede darse cuenta de que el momento de la comida genera mucha atención y expectación, incluso, lamentablemente, puede aprender que consigue cosas a través de su conducta de comer o no comer (“si te comes esto, entonces…”). En ocasiones se entra en una escalada peligrosa, una lucha de poder sinsentido en torno a la mesa, pulsos, batallas campales terribles: “¡Te lo comes porque lo digo yo!”. Esto no significa que la inapetencia de un niño se deba a esta dinámica: las diferencias individuales son amplísimas y es angustioso tener a un niño/a “mal comedor”. Pero con demasiada frecuencia se inviste a la comida de un significado emocional tan potente que la angustia fluye en paralelo con los nutrientes, empeorando el problema.  ¿Os suena la expresión “esta cucharadita por papá, ésta por mamá, ésta por la abuelita…”? Metiéndonos en la mente del pobre niño/a, probablemente acabará con dudas: “¿yo como para tenerles contentos o porque tengo hambre?” Este dilema surge también en etapas de los trastornos alimentarios: cuando una paciente nos dice que está comiendo para que sus padres no sufran más, los terapeutas sabemos que si ése es el único argumento para mejorar no vamos por el buen camino, necesitamos encontrar más motivos propios, basados en proyectos propios, metas propias. Necesitamos equilibrar el significado de autonomía. Autonomía no es prescindir del otro, no es tampoco contradependencia (si tú dices blanco, yo digo negro), autonomía es poder contactar conmigo y con mis necesidades (entre las que se incluye mi necesidad del otro y mi necesidad de comer), y permitirme actuar en consecuencia. A nivel social, sin embargo, el modelo de autonomía es un modelo contradependiente, “que no necesita a nadie”, un poco agresivo, controlador, dominante, crítico, asociado al estereotipo masculino clásico. En mujeres, ser autónoma se asocia insanamente con esas características y con estar delgada, símbolo de la mal llamada “fuerza de voluntad” mientras que el sobrepeso y la obesidad se asocian, también de forma muy dañina y errónea, con la “debilidad de carácter”, la falta de autocontrol, el fracaso.

 

 

  • Comer puede significar “tragar”: callar, aguantar, “ser buena” o “ser fuerte”. “No le dije nada, me lo tragué”, “llevo toda la vida tragando”, “me coló la mentira: me la tragué entera”, “a tragar y a seguir adelante”, “le tengo atragantado”, “tengo un nudo en la garganta”, “las penas con pan son menos”, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, “por la boca muere el pez”, “come y calla”, “calladita estás más guapa", “estoy que muerdo”, “me mordí la lengua para no hablar”.... Lamentablemente, a nivel social estas expresiones a veces connotan preligrosamente “ser fuerte” o “ser buena”. Ante acontecimientos dolorosos, los seres humanos podemos desarrollar estrategias de afrontamiento más centradas en actuar y salir adelante y otras más centradas en el contacto y el desahogo emocional. Ambos tipos son necesarios, por lo que utilizar exclusivamente un solo tipo puede generar muchas dificultades. Concretamente, centrarse solo en “actuar y salir adelante”, negando o evitando lo que nos sucede a nivel emocional, tiene como consecuencia habitual padecer síntomas somáticos como insomnio y alteraciones en la alimentación. Aguantar situaciones insanas, callar, tapar, soportar tabúes, vivir con secretos familiares, no poder expresar el dolor de un duelo o la frustración forman parte de ese tipo de afrontamiento y, con ello, facilitan el comer emocional. En el otro extremo, nos encontramos con personas cuya negativa a comer significa “no puedo más con esta situación, no la digiero, no soporto más, no aguanto más”. Recordemos que por la boca comemos, pero también hablamos: las emociones las vivimos en el cuerpo y corren el riesgo de buscar su salida de emergencia a través de él si no ponemos palabras a lo que nos está sucediendo. 

 

 

  • Comer significa crecer, con todo lo que ello implica. Crecer significa disfrutar nuevas experiencias, pero quizás te de miedo lo nuevo. Significa mayor autonomía pero quizás temes que eso signifique perder la relación tan especial que tienes con tu madre o tu padre. Significa desarrollar tus propios proyectos pero también cometer tus propios errores, y quizás te da pánico cometer errores. Significa nuevas relaciones pero quizás te da miedo distanciarte de tu familia. Quizás sientes que no eres nadie sin ellos. Quizás sientes que realmente son ellos los que te necesitan a tí. Quizás de algún modo te sientes egoísta por crecer e independizarte. Quizás eres víctima de chantaje emocional, aun sin saberlo. Quizás te da miedo que tu cuerpo crezca. Quizás te da culpa permitirte disfrutar de tu cuerpo. Quizás tu educación sexual fue nefasta. Quizás no quieres crecer y tener formas femeninas o masculinas porque te aterra la sexualidad. Quizás sufriste abusos. Quizás prefieres estar “gordita/o” y evitar resultar atractiva/o. Quizás no quieres tomar decisiones respecto a tu identidad sexual. Quizás te parece terrible ser mujer, por el significado que tiene en tu entorno… Se ha demostrado que es más probable sufrir una alteración de la imagen corporal si se ha vivido en contextos en los que, en primera persona o como observadora, se presenciaron situaciones en las que ser mujer era un problema: todas las formas de violencia de género, incluyendo abuso psicológico, físico y/o sexual.

 

Y para ti, ¿qué significa crecer? Puedes leer más sobre los duelos de la adolescencia aquí.

 

 

  • No comer puede significar mejorar mi imagen. Éste es el significado por el que a veces se cuela inicialmente el trastorno, aunque es raro que sea el único. Lamentablemente, con la existencia de tantas creencias y prácticas erróneas extendidas en nuestra sociedad, es fácil que una persona concluya que: (1) para sentirse mejor consigo misma, ser aceptada, popular, y/o exitosa, lo que tiene que hacer es adelgazar; (2) para adelgazar lo que tiene que hacer es comer menos...o no comer. Nos lo dicen los medios de comunicación con su publicidad, las pasarelas de moda, las revistas, los programas de TV, las series y películas…. Y se entra así en una peligrosa trampa. Se ha demostrado que las personas que sienten insatisfacción grave con su imagen corporal no solucionan este problema con dietas ni con cirugías. El planteamiento debe ser más bien a la inversa: comienza a llevarte mejor contigo misma/o...y después desarrolla las estrategias para cuidar y mejorar tu autoimagen, como una forma de cuidado y no como una batalla contra ti (puedes leer más en otros post como La brújula del norte de tu cuerpo, de Manuel Antolín)

 

Y después de estas reflexiones: ¿qué significa para tí comer?

 

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Laura Hernangómez

Psicóloga clínica en Unidad ambulatoria de Trastornos Alimentarios y Programa infanto-juvenil de Trastornos Alimentarios del Complejo Hospitalario Universitario de Toledo. Psicoterapeuta acreditada por la Asociación Española de Psicoterapias Constructivistas (ASEPCO).

Doctora cum laude por la Universidad Complutense de Madrid. El tema de mi tesis fue la vulnerabilidad psicológica a la depresión y, desde entonces, he ampliado mi interés al estudio de la vulnerabilidad en trastornos alimentarios. He presentado diferentes publicaciones científicas de carácter nacional e internacional, y el libro de carácter divulgativo ¿Por qué estoy triste? Guía para afrontar la depresión (Editorial Aljibe). Colaboro en la revisión de artículos de revistas científicas en el ámbito de la Psicología Clínica.

Además de la práctica clínica y la investigación, siempre me ha apasionado la docencia; recuerdo con especial afecto mis años como Profesora Asociada en la Universidad Complutense y actualmente mantengo colaboraciones docentes en postgrado con diferentes instituciones públicas sanitarias y educativas y otras entidades privadas dedicadas a la clínica y la formación, como Universidad Alfonso X El Sabio, ASEPCO o Centro Documentación de Estudios y Oposiciones (CEDE).

Twitter: @LauraHgzCriado Instagram: @laurahgzcriado Facebook: Laura Hernangómez Criado

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