La obesidad es más compleja de lo que parece. No podemos caer en el reduccionismo de la recomendación de “poco plato y mucho zapato”. La prueba es que más de la mitad de la población padece sobrepeso u obesidad (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2007). Por tanto, podríamos decir que, hoy en día, lo verdaderamente meritorio es estar en un peso saludable. Los motivos son muy diversos. Por citar algunos: los intereses económicos que están por encima de la salud y favoreciendo la distorsión del mensaje que llega a la población de lo que es saludable y lo que no, el hecho de desplazarnos en transportes motorizados para recorrer cualquier mínima distancia, el acceso inmediato a todos los productos alimentarios que queramos, trabajos sedentarios, etc… (Lake y Townshend, 2006)
De manera que el surgimiento, en los últimos tiempos, de propuestas televisivas relacionadas con adelgazar y con la adquisición de hábitos saludables, no es casualidad, sino que es producto de lo que nos está tocando vivir. Formamos parte de un torpe intento de equilibrio delirante danzando entre un ambiente obesogénico y cuadros leves de anorexia como referentes de belleza. Aceptamos esa referencia patológica como medida estética de lo bello (que no saludable) sin apenas cuestionarla, y padeciendo más sobrepeso y obesidad que en toda nuestra historia.
Cuerpos de Élite
La suma de éstas y otras influencias, principales promotoras de la obesidad, es uno de los motivos fundamentales por los que en octubre de 2016 se estrenó, en ETB2, el Reality Show “Cuerpos de Élite”. En este caso, se trataba de un programa en el que cinco participantes con obesidad (Elena Alonso, Roberto Lopategi, Iraide Cano, José Antonio Arévalo y Marina Rodríguez) eran acompañados y asesorados, en una breve andadura de 10 semanas, por un equipo de profesionales formado por Marcos Franco (médico), Gabriela Uriarte (nutricionista), Arkaitz Castañeda (educador físico) y un servidor (psicólogo). El programa fue presentado por el actor Andoni Agirregomezkorta, quien también se sumó al reto de adquirir hábitos saludables.
Una de las características más encomiables del programa fue la mesura conseguida entre el espectáculo televisivo, el humor, y la respetuosa manera de tratar el problema de la obesidad. Todo ello desde una perspectiva optimista y colocando la salud como medio para alcanzar la meta deseada, que no era otra que cambiar sus hábitos. Esto último choca frontalmente con la búsqueda de cuota de pantalla como criterio único (cosa que puede percibirse en otros programas donde se ha tratado el mismo problema, buscando, por ejemplo, bajar la mayor cantidad de peso posible, en el mínimo tiempo y a cualquier precio). A cambio se consiguió mostrar (o al menos eso pretendimos) el proceso de adquisición de hábitos saludables de una forma más realista y saludable.
Condicionados por el contexto televisivo
El hecho de enmarcar la intervención interdisciplinar en un reality, provoca que ésta sea significativamente diferente a la que se lleva a cabo en un ambiente al uso, tanto para los participantes como para los profesionales.
Una de las cosas más importantes que se puso de manifiesto al comienzo, fue la motivación de los participantes. Podríamos decir que “la motivación se refiere a los mecanismos que nos hacen desear y decidir hacer ciertas cosas” (Jimenez, 2017). Estaban especialmente motivados, entre otras cosas, por el hecho de estar participando en un programa de televisión. Pensar en que, a lo largo de la semana, podrían no llegar a los objetivos marcados delante del resto de sus compañeros y de todo el público, era una motivación innegable a tener en cuenta.
La tele no es precisamente un centro sanitario. Por lo que me costó adaptarme al formato. Comencé con una idea “rígida” sobre cómo intervenir, por diferentes causas: los nervios, la inseguridad (sí, los psicólogos también sentimos cosas de esas), la responsabilidad que pesaba sobre mis hombros, etc. Tras una entrevista y evaluación previa al comienzo de la grabación, yo iba mentalizado para trasladar de la forma más rigurosa posible los protocolos de intervención para los diferentes participantes (y tan diferentes, por cierto). Iluso. Era un reality, y eso es otra historia. El ritmo, la improvisación, la forma de vivirlo por parte de los participantes, etc., todo es diferente. Recuerdo que mi admirado Javier García de Vicuña (director del programa en cuestión y de Vaya Semanita) me dijo: “Marc, necesito una dinámica visual de dos minutos que la entiendan personas mayores”. Estábamos en un contexto donde el tiempo es oro. Debíamos “traducir” la intervención psicológica a pequeños mensajes rápidos y sencillos. Esto tenía muy poco que ver con mi trabajo y mi idea inicial. Afortunadamente, la guionista demostraba ser capaz de hacer esas traducciones de forma brillante.
Éramos conscientes de que trabajar con participantes con obesidad implica asumir una gran probabilidad de recaída y cronicidad del problema. Es decir, la fase de seguimiento, más allá de las diez semanas de programa, era lo verdaderamente importante. Sabemos que, muchos pacientes con obesidad recuperan peso y no logran mantener la reducción alcanzada tras completar la intervención (Cooper y Fairburn, 2001). De manera que en el tiempo que teníamos, debíamos apresurarnos en que los participantes modificasen significativamente su forma de entender los hábitos saludables, y producir el mayor cambio en un tiempo breve. Ya que el trabajo de consolidación quedaría en el aire.
De modo que olvidamos lo que sería una intervención protocolizada al uso, y tuvimos que empezar a trabajar haciendo diferentes dinámicas aleatorias y en función a lo que iba pasando durante el programa. También hubo trabajo detrás de las cámaras del que no queda constancia y en algunos momentos fue fundamental. Pero, en definitiva, lo que tratamos de hacer los profesionales en el programa, dentro de las limitaciones, fue una promoción del autocontrol mediante autorregistros, identificar señales asociadas a la ingesta o a la ingesta ansiosa, educar en nutrición, modificar la conducta del comer, realizar actividad física, reestructuración cognitiva y resolución de conflictos (Foster, Makris y Bailer, 2005).
Participantes ayer y hoy
Fue un grupo de participantes muy heterogéneo. Tres mujeres de 27, 41 y 64 años, y dos hombres de 34 y 51. Cada persona tenía particularidades, inquietudes, demandas, dificultades y motivaciones muy diferentes. De hecho, respecto a la motivación al cambio o a la adquisición de nuevos hábitos, los participantes partían de diferentes puntos. Según la rueda del cambio de Prochaska y DiClemente, (1982), diríamos que el hecho de presentarse al casting del programa en cuestión, ya nos habla de una conciencia de problema y de la necesidad de introducir un cambio en su vida. Pero, sí es cierto que desde el comienzo del programa hasta el día de hoy, varios de los participantes han pasado por varias de las etapas de la rueda (contemplación, determinación, acción, mantenimiento y recaída).
A pesar de las diferencias sustanciales que existen entre ellos, partían de un punto en común que fue padecer obesidad. A continuación rescato algunos datos que nos dan información a nivel general de su trayectoria desde que comenzó a grabarse el programa hasta el día de hoy, algo más de dos años después.
Todos los participantes tuvieron una bajada significativa de peso al final del programa, y ninguno ha vuelto al peso con el que comenzó. Actualmente, solamente los hombres han subido algo por encima del peso con el que finalizaron el programa. Respecto a las mujeres, una se mantiene en el peso alcanzado al final del programa, otra ha bajado significativamente de ese punto, y otra está en peso sano además de muy activa respecto al ejercicio físico. En cualquier caso, lo más importante es que los cinco participantes han producido, en mayor o menor medida, un cambio de hábitos que se ha mantenido en el tiempo.
Visibilizando la psicología
Desde el punto de vista psicológico, la obesidad es consecuencia, entre otras cosas, de una descompensación de hábitos. De manera que reconducir sus hábitos y reaprender hábitos saludables, debe ser el núcleo principal de la intervención. Para este objetivo, la intervención psicológica se convierte en una disciplina clave, rompiendo totalmente con la visión simplista de considerar que el psicólogo sólo debería atender aspectos psicológicos que se asocian a la obesidad como la baja autoestima, la ansiedad o insuficientes habilidades sociales.
Por todo esto, y teniendo en cuenta que sí hay una correlación significativa entre obesidad y trastornos psicológicos (Rojas et al. 2011), para mí fue una agradable sorpresa ver como un programa que trataba de trabajar hábitos de vida saludable en personas con obesidad, incluía la figura del psicólogo. Ya que no hay conciencia en la sociedad o al menos no toda la que debería, de que la parte psicológica en la intervención de la obesidad es fundamental. El mero hecho de conceder una “silla” a la psicología en un espacio televisivo me pareció muy útil, a parte de un gran reto.
Algunas reflexiones y curiosidades
Una cosa que nos llamó la atención es que la gente en la calle nos decía que los participantes no padecían obesidad. Como si no tuvieran un peso suficientemente digno como para participar en un programa de este tipo. Nos decían cosas como “pero si están bien, bueno con un poco de sobrepeso pero están bien”. La realidad es que todos padecían obesidad al comienzo del programa. Bien es cierto que la gente está acostumbrada a que en programas de este tipo, los participantes pesen 250Kgs. Pero observamos de primera mano que existe una distorsión general respecto a la imagen corporal. Es como si hubiera una especie de “alucinación visual colectiva” en la que las personas con obesidad son percibidas con algo de sobrepeso, las personas con sobrepeso las percibiéramos en un peso sano, y las personas en un peso sano, las percibiéramos delgadas.
Como indicaba al comienzo, más de la mitad de la población está en sobrepeso u obesidad. Hemos acostumbrado el ojo. Distorsión que por cierto, también influye en cómo percibimos las cantidades de comida, donde un plato que sería suficiente, lo catalogamos como insignificante, como en la siguiente imagen sobre el aumento de las raciones de los restaurantes de comida rápida en los últimos años.
Imagen de instagram de @centinel5151
A título personal he de decir que participar en un reality show de estas características resultó ser una experiencia muy enriquecedora. Aprendí mucho sobre cómo funciona la tele “por dentro”. Conocí a gente muy interesante y maravillosa. Incluso desde entonces tengo la oportunidad de seguir colaborando con Gabriela Uriarte, en casos de obesidad y trastornos de conducta alimentaria.
Entre otras cosas, para lo que nos sirvió la experiencia a los cuatro profesionales, fue para confirmar desde la práctica, lo que ya dice la evidencia, y es que la intervención interdisciplinar es la forma más efectiva para el trabajo en sobrepeso y obesidad (Gómez y Martínez, 2017). A pesar de ser una experiencia breve, nos dio tiempo a entender los diferentes estilos y lenguajes de cada uno de nosotros, volviendo incuestionable el beneficio del trabajo conjunto.
Pese a todo, la tele es otra historia.