El experimento Minnesota

Escrito por  08 Ene 2020

Estudio sobre el impacto de la restricción alimentaria en personas sanas.

Si hay un estudio importante sobre el impacto de la inanición y el ayuno en el metabolismo y la salud tanto física como mental de las personas sanas, ese es el conocido como el "Experimento de inanición Minnesota". El estudio duró de noviembre de 1944 y el 20 de diciembre de 1945. Se publicó en 1950, con el título de "Biology of Human Starvation" y hoy sería difícil defenderlo éticamente por las condiciones en las que se vieron involucrados los sujetos.

 

Surgió en el contexto de la II Guerra Mundial, con la intención de paliar los efectos de la hambruna provocada por la guerra, y encontrar las claves necesarias para una recuperación más eficaz de lo que era considerado una catástrofe humanitaria.

 

Ancel Benjamin Keys, fisiólogo estadounidense ya había colaborado con el ejército para mejorar el valor nutricional de las raciones de combate. Esta vez, en previsión de la inminente ayuda humanitaria que sería necesaria y en colaboración con el Civilian Public Service idearon uno de los mayores experimentos sobre nutrición.

 

Para este estudio se contó con 36 voluntarios objetores de conciencia que se negaron a participar en la guerra. Fueron elegidos de entre más de 400 voluntarios. Los seleccionados eran hombres blancos de entre 22 y 33 años. En su elección se tuvieron en cuenta su buena salud física y mental. El objetivo era someterles a inanición severa, observarles y realimentarles de nuevo, todo ello bajo un estricto control y monitoreando todas sus constantes.

 

Fases del experimento

 

El estudio se distribuyó en 4 fases:

 

- Fase de control de 12 semanas. Durante este período se les realizaban medidas para caracterizar su estado en condiciones normales, medidas tanto fisiológicas como psicológicas. Se les suministraba una dieta controlada de unas 3.200 kilocalorías.

 

- Fase de restricción severa de 24 semanas. La ingesta se restringió drásticamente, a una media de 1.600 kilocalorías diarias. Se les suministró una dieta basada en alimentos típicos accesibles en la guerra, patatas, pan, pasta, y casi ausencia de proteína...

 

- Fase de recuperación restringida de 12 semanas. Se distribuyó a los hombres en cuatro grupos, a cada uno de los mismos se le asignó un tipo dieta de rehabilitación, organizada en base a diferentes tramos de energía calórica, suplementos...

 

- Fase de rehabilitación sin restricciones de 8 semanas. No había ningún tipo de restricción, aunque si se registraba lo que comían.

 

Estuvieron monitoreados a lo largo de todo el proceso, controlando tanto variables físicas como psicológicas.

 

Resultados destacables

 

En la fase de restricción, los voluntarios llegaron a perder el 25 % de su peso, experimentaron mareos, pérdida de cabello, disminución de masa muscular, agotamiento, sensibilidad al frío, trastornos gastrointestinales, hormigueo en manos y pies, edema, dolores de cabeza, disminución de la tasa metabólica basal...

 

También experimentaron dificultades de concentración y comprensión, irritabilidad, problemas de sueño, depresión, falta de interés sexual, aislamiento social, descuido de la higiene personal...

 

Experimentaron una preocupación obsesiva por la comida, y con cualquier cosa relacionada con la alimentación. Pensamientos de carácter rumiativo en torno a la ingesta. Recopilar recetas de comida, comparar precios de alimentos, las pocas conversaciones que mantenían eran en torno a la comida, observaban a las personas comer...

 

A medida que progresaba la fase de restricción, empezaron a desarrollar singulares rituales al alimentarse, se aislaban para comer, tardaban horas en comer su exigua ración, reorganizaban una y otra vez los alimentos en el plato, diluían la comida en agua para que pareciera más abundante, llegaron a consumir tantos chicles, café o té que tuvieron que limitarlo... También desarrollaron cierta obsesión a recopilar objetos, principalmente relacionados con la alimentación (utensilios de cocina, tapas de conservas...).

 

En la fase de recuperación, pese a que las raciones iban aumentando progresivamente, el hambre constante no parecía disminuir.

 

Cuando se les permitió comer con normalidad, la mayoría no podían parar de comer, incluso meses después del final del experimento, como consecuencia de la necesidad de recuperarse del déficit. Esta hiperfagia era como si hubieran perdido el control sobre el apetito, referían hambre constante, incluso cuando acababan de comer. Unos cuantos llegaban a ingerir más de 8.000 kilocalorías diarias. Algunos intentaron reducir las cantidades, pero no podían soportar la sensación de apetito voraz. En las entrevistas, unos pocos, llegaron a manifestar que esa fase fue para ellos la peor, ya que pensaron que no podrían recuperarse de ese hambre insaciable e incontrolable.

 

Este hambre extrema les duró a la mayoría varios meses. Este comportamiento de hiperfagia o hambre extrema, también se observó en prisioneros de la II Guerra Mundial después de ser liberados.

 

En cuanto a la sintomatología psicológica, en la fase de recuperación, algunos de los participantes se sintieron más deprimidos y malhumorados que incluso en la fase de restricción.

 

Al año de la finalización del estudio, todos se habían recuperado tanto física como psicológicamente.

 

Reflexiones sobre el experimento

 

Los efectos de la inanición inducida por Keys, son muy parecidos a los síntomas experimentados por personas con anorexia restrictiva o personas con bulimia que utilizan el ayuno como conducta compensatoria, o en personas que se someten a dietas prolongadas. Algunos de los síntomas del TCA, podrían considerarse como efectos de la inanición.

 

Parece que el cuerpo tiene una tendencia natural para revertir los efectos de la inanición, dato importante a tener en cuenta en las dietas hipocalóricas, y que podría explicar el efecto rebote de las mismas. Y que nos llevaría a entender que no es una cuestión de falta de voluntad el no seguirlas, si no la necesidad de recuperar el déficit.

 

Que la recuperación de un TCA, es posible que pase por una fase de hambre extrema y que a veces se puede mal diagnosticar de trastorno por atracón.

 

Respecto a esto último, Dullo et al., en 1997 volvió a revisar y a estudiar a 12 de los 32 participantes, del experimento Minnesota. Encontraron una relación entre el tejido graso, el magro y la hiperfagia, esta relación era que a menor tejido graso y magro, mayor hiperfagia, y que esta cesaba al alcanzar la recuperación del 100% del inicio del estudio.

 

Si en hombres voluntarios, sanos física y psicológicamente la inanición tuvo un efecto tan remarcable, imaginemos lo que la restricción alimentaria puede desencadenar en personas con más factores de vulnerabilidad.

 

En los problemas alimentarios la restricción, ya de por sí con efectos tan destacables en el organismo como hemos visto, es el talón de Aquiles. Los y las profesionales tenemos que cuidar lo que comunicamos y lo que divulgamos. Tenemos que esforzarnos en cuidar con esmero los mensajes que pueden llevar más o menos explícitos el fomento de la restricción. Los mensajes dirigidos a población general a veces pueden no servir para población con conductas alimentarias de riesgo.

 

El hambre mental asociado a los TCA, en los que casi todos los pensamientos giran en torno a la comida, podría ser otro aviso de que se necesita comer más para reponerse de la carencia nutricional.

 

Si se está en recuperación de un TCA, conviene tener esto en cuenta, y si el hambre extrema aparece, aun con miedo, comer durante unos meses, el cuerpo necesita recuperar el déficit al que ha sido sometido.

 

En cualquier caso, si tienes algún problema relacionado con la conducta alimentaria, buscar ayuda profesional siempre es lo recomendable.

 

Bibliografía

 

- Abdul G Dullo., Jean Jacquet and Lucien Girardier. “Poststarvaton hyperphagia and body fat overshooting in humans: a role for feedback signals fron lean and fat tissues.” American Journal of Clinical Nutrition (1997) 65, 717-723 

- Minnesota Starvation experiment

- Keys, A., Brozek, J., Henschel, A., Mickelsen, O., & Taylor, H. L., The Biology of Human Starvation (2 volumes), University of Minnesota Press, 1950.

 

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Mamen Bueno

Psicóloga sanitaria. Psicoterapeuta acreditada por la Asociación de Psicoterapia Humanista Integrativa y Counselling de España (APHICE).
Ha trabajado en la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (CIMTM).
Fue miembro de Comité Técnico de la Estrategia Nacional de Salud Reproductiva y Sexual, del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad.
Colabora con la Revista Mente Sana, elaborando artículos de divulgación de contenido psicológico.
Realiza talleres de Mindfulness para diferentes públicos.
Actualmente atiende en el Centro Terapéutico Gaztambide17 de Madrid.
 
Twitter: @Mama_Psicologa
Facebook: Mamen Bueno
Instagram: mamapsicologa

Colaboradores

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