La relación con la alimentación es muy importante, no solo a nivel nutricional sino también tiene un gran impacto en la salud mental. Si hay algo que caracteriza a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) es la rigidez, que está asociado al control, o más bien la ilusión que tenemos de él, ya que realmente es el TCA el que te controla a ti. No importa de qué tipo de TCA se trate, si existe una mala relación con la comida normalmente el control está presente en el entorno del paciente.
Pero, ¿qué pasa si nuestro lenguaje interno sobre la alimentación está lleno de normas y patrones rígidos que nos mantienen en ese sistema cuadriculado alimentario?
Para mí como dietista-nutricionista especializada en TCA es muy importante este lenguaje que tenemos tanto interno como externo sobre la alimentación y nutrición, porque de eso dependerá también mi relación con la misma. También aquí confluye el aprendizaje que he recogido de mi entorno más cercano (familia, amigos, escuela) que forjan esa identidad alimentaria.
Así vamos incorporando referencias respecto a los alimentos y formando un patrón de alimentación en el que todos los alimentos podrían estar presentes, solo que, en función de su composición nutricional, algunos se deberían incorporar con más frecuencia que otros. Siendo estos consumos, diarios, semanales u ocasionales.
El problema es que lo que hemos escuchado e incorporado socialmente, condicionado además por la cultura de la dieta, no es la diferencia en la frecuencia de consumo anteriormente descrita, sino directamente la prohibición de aquellos “menos convenientes”. Esto es grave porque de esa manera le vamos danto una connotación negativa a ciertos alimentos, y esto es lo que se va extendiendo a nivel familiar y social.
Eso puede llevar a pensar que es lo mismo comer sano o comer bien que comer o prohibirse ciertos alimentos. Constantemente estamos analizando toda la variedad de alimentos de forma obsesiva y eso condiciona nuestra identidad alimentaria.
Estos alimentos que aprendimos a ponerlos en la lista de prohibidos o negativos suelen ser: azúcares, procesados, hidratos de carbono, dulces, bollería, aceites de varios tipos, entre otros. Pues bien, todos estos alimentos, en función de su consumo, pueden ser compatibles con una alimentación saludable, especialmente los hidratos de carbono complejos (arroz, pasta, cuscús, patatas, pan, etc.) que forman parte de la base de nuestra alimentación y necesitan estar de forma frecuente ya que son la fuente principal de energía para todas las funciones orgánicas y vitales, especialmente para el funcionamiento cognitivo. Sin los hidratos de carbono no podríamos vivir, ya que no incluirlo de forma adecuada en nuestra alimentación acarrearía consecuencias fisiológicas importantes. También siguiendo esta línea es importante aclarar algunas ideas erróneas acerca de las grasas, ya que el aceite y los lípidos en general deberían formar parte de nuestra alimentación diaria ya que tienen funciones muy importantes como absorción y transporte de vitaminas (liposolubles), síntesis de hormonas y estructura de las células del cuerpo.
En cuanto a azúcares, procesados, dulces y bollería es necesario aclarar que pueden ser incorporados con una frecuencia menor, ya que una alimentación perfecta es imposible y la obsesión por ella puede afectar a nuestra salud mental. Al final, la alimentación adecuada es aquella que adapto en mi día a día y en la que permito que todo forme parte con un equilibrio nutricional.
Por eso a la hora de entender la alimentación desde un punto de vista de salud, es importante como nos referimos a ella. Es por eso que además de hablar de alimentación saludable, parece conveniente hablar o añadirle la coletilla de que también sea equilibrada (porque incluimos todos los grupos de alimentos), ya que si sólo hacemos referencia a la connotación saludable corremos el riesgo de entenderla como restrictiva porque es lo que nos han vendido en los medios de comunicación cuando no debería ser así; o cuando hablamos de alimentos insanos o comida “chatarra”, es mejor hacer referencia a los mismos como alimentos de menor calidad nutricional, porque la realidad es que el problema de estos productos está en la frecuencia de consumo y el contexto en el que los incorporamos y no en el alimento en sí mismo. Por lo tanto, una pizza, que es considerada comida chatarra, realmente puede estar conformado de alimentos diarios que también nos nutren, por ejemplo: la masa de harina, tomate, queso, champiñones; muchos de ellos, alimentos que se pueden consumir a diario.
Rediseñando el lenguaje nutricional
Aquí pongo algunos ejemplos en negrita de cómo nos referimos a la comida y una propuesta de cambio para relacionarnos mejor con la misma:
DIETA: menú o alimentación.
COMIDA BASURA: simplemente no hacerle ningún calificativo, otra forma de hacerle referencia es comida de menor calidad nutricional u ocasional.
ALIMENTACIÓN SALUDABLE: alimentación equilibrada, porque el equilibrio incluye la variedad de todos los grupos alimentarios en una cantidad determinada.
COMIDA REAL: Todos los alimentos de nuestro patrón de alimentación mediterránea son reales, pero para aumentar la vida útil del alimento sufren transformaciones en su composición original que hace que estén más procesada en su forma original.
También añadir algo curioso y es ver que hasta existen refranes en nuestro entorno, donde todo hace indicar que hace tiempo venimos entendiendo la alimentación de forma errónea, en donde sin ser conscientes fomentamos formas de comportamiento alimentario inadecuado:
“Poco plato y más suela de zapato” o “más suela y menos cazuela”: como vemos en este refrán estamos fomentando un comportamiento restrictivo y compensatorio, asociando la ingesta a la actividad física, lo cual es un error ya que nuestras necesidades alimentarias no tienen que ir asociadas a la actividad física que se vaya a hacer, son independientes y es importante entender que la actividad física se hace para un momento de disfrute y como una parte más del autocuidado, no desde la compensación.
“Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”: Este refrán induce a error porque la gente tiende a desatender la calidad nutricional de las últimas tomas del día y en algunos casos subestimando los “errores” que se puedan cometer en las primeras debido a que hay que comer “como un rey”.
“La naranja por la mañana es oro, por la tarde plata y por la noche mata”: fomenta el mito de que hay un horario específico para tomar la fruta. Por eso me gusta volver a respaldarme en la ciencia, la fruta proporciona sobre todo agua, fibra, minerales, vitaminas y fructosa entre sus azúcares sencillos. Cierto es que lo ideal sería combinarlo por la noche como establece el patrón alimentario mediterráneo dentro de un patrón de ingesta en combinación con vegetales y hortalizas, una fuente de proteínas y una porción de tubérculos o cereales, siendo la fruta perfecta en forma de postre, por lo tanto su inclusión es más que necesaria dentro de un contexto de alimentación saludable y equilibrada.
En definitiva, la flexibilidad alimentaria es clave, ya que ayuda a mantener y forjar una buena relación con la comida, y debe ser incluida tanto en la prevención de un TCA como en la recuperación del mismo. Pero si estas en un proceso de recuperación, tendrás que revisar con tu nutricionista qué esquemas alimentarios erróneos se han instaurado y construir poco a poco una mejor relación con los mismos. Recuerda que toda recuperación de un TCA es gradual, por lo tanto, date tu tiempo y confía en tu proceso.
Bibliografía
- Álvarez Valbuena V, Maldonado-Ferrete R, Catalán-Camacho M, Jáuregui-Lobera I. Quién influye en quién: el trío Flexibilidad Cognitiva – Emociones – Trastornos de la Conducta Alimentaria. JONNPR. 2021;6(1):47-67
- Sánchez Hernández, María Jesús. Los trastornos del comportamiento alimentario y los procesos de transmisión-adquisición de la cultura alimentaria. Gazeta de Antropología, Nº 20, 2004, Artículo 04