El problema es que es tres o cuatro tallas más pequeña que la mía. Es lo que me ponía cuando estaba delgada. Es lo que me volveré a poner algún día.
Viajo entre las prendas de mi “tierra prometida”. Hasta que de golpe me encuentro con mi vestido rojo de topos. Me encuentro con el sol. Marc y los demás. Una terraza en la Barceloneta. Mi vestido rojo. Mi sonrisa. Estaba delgada. Era bonita.
Prendas que me atan a los recuerdos. El fantasma en el armario que me recuerda lo que fui y lo que no soy. Quiero que los días, meses y años pasen, que llegue ya el puto momento en que este cuerpo cambie. Me imagino espectacular con mi vestido rojo. Soy la tía más buena de toda la fiesta. De golpe veo los dedos regordetes de mis pies desnudos sobre la alfombra de la habitación, recorro mi cuerpo hasta las rodillas. Paro. No quiero ver más. Tengo que ponerme las pilas con la dieta. Doy asco.
Vuelvo a mirar en mi armario pero esta vez me concentro en la mini sección de prendas para gorda que he construido en una esquina del ropero. Las opciones: 5 camisolas anchotas y oscuras que se mimetizan con 4 pantalones negros. Amazing!!
Mientras bostezo me decanto por una de las camisolas negras y un pantalón azul marino. Me miro al espejo mientras me digo poco convencida: “no estás mal, esta camisa te disimula la barriga”. Casi no distingo las líneas de mi cuerpo debajo del hábito de monje. ¿Qué otra cosa puedo ponerme con este pedazo de culo?
Me vuelvo a enganchar a la droga de mi pensamiento: “Llegará el día en el que me pueda poner la ropa que me gusta”. Y pensando en ese día idílico pasa el tiempo; días, meses y años vistiéndome con ropa mortalmente aburrida y fea porque no soy como me gustaría. Ahora no me merezco disfrutar porque no soy lo suficientemente delgada. Me visto desde el castigo y la vergüenza.
Puede que hayas decidido perder peso, ponerte en forma o transformar tus hábitos de manera saludable. ¡Me parece genial si es lo que tú necesitas para sentirte bien contigo misma!
Pero… ¿Desde dónde quieres emprender ese proceso de cambios? ¿Desde la lucha agotadora contra ti misma? ¿Desde el repudiar tu cuerpo hasta conseguir tu objetivo? ¿Desde el machaque de las dietas restrictivas o el ejercicio castigador?
Aunque fustigarnos sea uno de los métodos más populares no es la única opción que tienes para alcanzar tu meta. Puedes decidir ir a paso lento. Puedes tener miedo. Puedes cagarla. Puedes perdonarte. Puedes permitirte disfrutar del camino. Puedes celebrar lo que vayas consiguiendo, aunque sea mínimo. Puedes disfrutar de ti ahora. Puedes hacer las paces con tus recuerdos. Puedes desterrar al fantasma de tu armario deshaciéndote de toda esa ropa que te hace daño. Puedes comprarte un vestido rojo de tu talla.