La culpa no es una emoción básica, no es una emoción primaria que surja de forma natural: es un sentimiento complejo que genera muchos bloqueos, y es nuclear trabajarla en los trastornos alimentarios.
Si hay una emoción tramposa, ésa es la culpa. O las culpas, porque hay diferentes culpas, con sus diversos tipos de trampas que requieren distintas estrategias para hacerlas frente. ¿Te animas a explorarlas?
LA CULPA IRRACIONAL Y SUS TRAMPAS CONDUCTUALES
Existe un tipo de culpa muy automática, a veces llamada “irracional”, en la que el sentimiento de malestar te inunda y te paraliza de forma masiva aunque racionalmente no estés de acuerdo con ella. Sería el tipo de culpa en el que dices “ya sé que es una tontería pero… no puedo evitarlo” (ya sé que a nivel racional no pasa nada si en vez de 10 abdominales hago 9, ya sé que a nivel racional no hay mucha diferencia entre 9 bocados y 8… pero… acabo escuchando a la culpa porque si no me siento mal).
Pues bien, esta culpa es tan automática y tan resistente a tus argumentos racionales porque se aloja en tu cerebro emocional, no en tu cerebro racional. Tu cerebro emocional responde a lo que vive y experimenta, no a lo que razona. Por eso, la mejor forma de afrontar este tipo de culpa va a ser demostrarle con tus actos lo contrario a lo que te susurra. A la culpa que te susurra que no te mereces descansar, la enfrentas descansando. A la culpa que te susurra que no te mereces comer, la enfrentas comiendo. A la culpa que te susurra que no te mereces disfrutar, la enfrentas dándote cosas buenas (aunque ella al principio te boicotee la capacidad de disfrute). ¡Qué fácil se dice, y qué difícil hacerlo, ¿verdad?! Sí, es difícil, pero no es imposible. Y es el camino para deshacerte de ella. Porque todas las trampas que te pone son para paralizarte. Verás:
Trampa 1 de la culpa irracional: LA MAGIA MENTAL.
“Cuando no me sienta culpable, lo haré”
Si esperas a “no sentir culpa” para hacer las cosas que te bloquean, no las harás nunca. Es cierto que en ocasiones los cambios a nivel interno (pensamientos y sentimientos) ayudan al cambio externo (conducta). Pero no es menos cierto que el cambio externo (conducta) ayuda al cambio interno (pensamientos y sentimientos), y cuando afecta a nuestro cerebro emocional como los miedos o la culpa irracional, la vía de trabajo es la experiencial: experimentar que lo haces y no ocurre una catástrofe será la única manera de que tu cerebro emocional cambie de opinión.
¿Significa esto que te tienes que obligar a actuar a pesar de tus emociones? Sí y no. Se trata de no dejar que te coma el terreno. Pero es verdad que obligarte de repente a hacer toooodo lo que te prohíbe la culpa irracional puede generarte un malestar muy intenso que quizás sea más útil dosificar. Así que, para avanzar terreno, puedes negociar con la culpa. Negociar entre la conducta que necesito hacer y las emociones y pensamientos que van en dirección contraria. Esta negociación suele implicar:
- Considerar que el cambio lo harás POCO A POCO.
- Considerar que habrá momentos, días o etapas en las que no lo consigas, pero de los que podrás aprender para ver qué condiciones te facilitan y qué condiciones te entorpecen, qué te bloquea...
- Considerar -y esto es FUNDAMENTAL- cuáles son los MOTIVOS por los que estás dispuest@ a superar estas dificultades. Tu culpa te va a gritar que no lo hagas, y te va a castigar con un intenso malestar, pero escucha también “tus emociones a largo plazo”: ¿qué es lo que tú quieres para tu futuro, qué es lo que tú realmente quieres para tu vida? Quizás otras emociones te dicen que quieres tener una vida normal, que quieres superar esa culpa, que quieres disfrutar, que estás harta/o de sentirte mal con todo… y si sigues haciendo caso a la culpa en todo, no conseguirás tus objetivos a largo plazo. Y no sólo eso: hay que tener cuidado con ella porque cada día quiere más.
Se trata por tanto de DECIDIR, de COMPROMETERSE con un@ mism@ para perseguir tus propios objetivos, y pelear contra la culpa por ellos. No porque “debas”, no porque “tengas que” hacerlo (no vayas a sentirte culpable por sentirte culpable), sino porque realmente lo quieres, lo necesitas y así lo decides.
Trampa 2 de la culpa irracional: EVITACIÓN DE EMOCIONES NEGATIVAS.
“No puedo (porque me siento fatal)”
Una de las frases más frecuentes, igual que en el miedo es: no puedo hacerlo, no puedo enfrentarlo, no puedo seguir. Sin embargo, lo correcto sería sólo decir “me siento fatal”: poder, puedes, pero te sientes culpable, y como la culpa genera un intenso malestar y una intensa angustia, necesitas ir poco a poco. Pero hacer caso a la culpa es una forma de darle la razón, y alimentarla, y cada vez estará más sólida, más grande, y tendrá más poder. Exponerte a la culpa, igual que con los miedos, te irá devolviendo a ti el poder sobre tu vida. Tienes derecho a que tu vida sea tuya. Y puedes, poco a poco, conseguirlo. Ordena de menor a mayor grado de dificultad diferentes retos o desafíos a la culpa.
Después, empieza por el menos difícil, y repítelo tantas veces como necesites con la mayor frecuencia posible hasta que te sientas capaz de manejar la situación. Si abandonaste en una ocasión, inténtalo de nuevo en cuanto puedas. Si la culpa es muy elevada, quizás puedas empezar por imaginarte haciendo eso que evitas por culpa, o acercarte a ello (por ejemplo, plantarte delante de una onza de chocolate y experimentar los sentimientos y pensamientos que te vienen).
En ocasiones, trabajar la culpa de esta forma destapa heridas emocionales importantes, viniéndote pensamientos, imágenes o sensaciones. Es muy importante que los compartas con tu terapeuta para poder trabajarlas: seguramente sean un hilo del que tirar para comprender mejor el origen de tu culpa y disponer de más herramientas para hacerle frente.
Éstas son sólo algunas de sus trampas…¡conoceremos más muy pronto!