Vivimos en una sociedad en la que nos venden (o quieren convencernos) que hay que "quemar lo que comemos" o "entrar en determinada talla"... y eso, ¿para qué? ¿para ser más felices?. Abrir esas puertas usando como llave el ejercicio físico puede ser peligroso.
Que nos intenten esclavizar e introducirnos sentimientos negativos por comer, por no usar determinada marca de ropa (diseñada con tallas únicas) o por no seguir determinados métodos de entrenamiento que prometen un cuerpo “de revista” y que usan la famosa o el famoso de turno es algo que está ahí. Debemos ser conscientes de quién da los mensajes, de los intereses económicos que hay tras la generación de esas expectativas, tener criterio, ser libres de verdad, y no lanzarnos a las calles a correr, o al gimnasio con la intención de “machacarnos”.
Lo siento, pero el ejercicio es otra cosa: es salud, no un castigo.
Los aspectos diferenciales que me encuentro a la hora de entrenar a una persona con anorexia, o con bulimia o con trastorno de atracones radican fundamentalmente en el punto de partida, es decir, en la forma en la que el paciente concibe el ejercicio.
Las personas con trastorno por atracón conciben el ejercicio fundamentalmente de dos formas: sedentarismo (muchos ven la propuesta de comenzar un programa de ejercicio como un castigo y odian el ejercicio) o como un medio para compensar los atracones.
Sin embargo, en la anorexia y la bulimia conciben el ejercicio de forma diferente. Muchos de ellos vienen de patrones de ejercicio compulsivo o excesivo. En el caso concreto de la anorexia, los altos niveles de actividad física ocurren en el 31%-80% de los pacientes (Hebebrand et al., 2003). Una situación que me encuentro habitualmente trabajando con este tipo de pacientes es la tendencia a la cuantificación del ejercicio físico: ¿Cuántos días entreno? ¿Cuántos pasos? ¿Cuántas calorías quemo?. Personalmente, intento que aprendan a vivir sin cifras.
Pero… ¿Qué se entiende por ejercicio problemático? Goodwin, Haycraft y Meyer (2016) admiten que el ejercicio problemático / compulsivo o no saludable podría ser peligroso, sobre todo cuando se realiza en exceso y se convierte en el protagonista de la vida de una persona. El elemento “compulsivo” del ejercicio es muy común y no necesariamente está relacionado con la frecuencia e intensidad del ejercicio, sino que se caracteriza por su ejecución de acuerdo con un horario rígido. Se trata de una actividad que tiene prioridad sobre otras actividades cotidianas (Martínez, 2017).
Éstas son algunas de las creencias / comportamientos que me he encontrado en mi sala de entrenamiento en PERFORMA, vinculadas al ejercicio problemático / no saludable:
1. Hago ejercicio porque no me puedo estar quieto.
2. Si no quemo lo que como, no me siento bien.
3. Hasta llegar aquí entrenaba todos los días 2h para compensar lo que me ponen de comer.
4. Me gustaría esconderme.
5. Un día me tomé 3 pasteles y estuve 2h corriendo en la cinta.
6. Si no entreno una tarde a la hora que me toca, “me cruzo” .
7. ¿Cuánto debería entrenar para estar bien?, ¿cuántos días?, ¿cuántos pasos?.
8. Me he bajado una app que me entrena todo lo que quiero y cuando quiero. No necesito que me vigiles.
9. La niña está así por “culpa del ejercicio”.
10. ¿Te imaginas si hubiera vuelto al gym sola? Me duelen los huesos a todas horas.
“La comprensión del ejercicio en personas con TCA ha recibido poca atención (Kolnes, 2016). El papel del profesional de la actividad física y de los terapeutas es cambiarlo por un ejercicio saludable, aquel que fomenta la calidad de vida, la autoestima y la autonomía, en todos y cada uno de los TCA, pero como hemos visto, partiendo de puntos diferentes.