El juguete en cuestión se llama Piggy Diet y lo comercializa Toys´R`Us. Consiste, según la explicación del producto, en un cerdo de color rosa que se pone en el frigorífico, y que cuando abres la puerta del mismo empieza a gruñir. Y finaliza la descripción del producto con la frase "El regalo ideal para personas con poca voluntad".
Por si fuera poco la edad recomendada es entre 8 y 11 años. Y eso es terrible porque cada vez vemos menores que a más temprana edad no se sienten bien con su cuerpo, que hacen dietas o que inician un trastorno alimentario.
Si no conocías este juguete posiblemente te habrá impactado y horrorizado tanto como a mí.
Pero me gustaría adelantarte el final de esta historia. El pasado 7 de enero leía en la cuenta de instagram de Madresfera un mensaje de rechazo sobre el producto dirigido a la famosa cadena de juguetes. Poco después cuentas como la de Julio Basulto, Alberto Soler, Gominales de petroleo o Sara Tabares hacían lo mismo.
El resultado de esa presión social ha sido la retirada del producto. Posteriormente, varios periódicos nacionales como el Mundo o el Periódico, se hacía eco de la noticia.
Supuestamente desde la empresa juguetera han cambiado el producto a la sección de Kidults, aunque en su web no he sido capaz de encontrarlo. Esperemos que se haya retirado, ya que no es una buena idea ni para niños, ni para adolescentes, ni para adultos.
Quiero recalcar que en adultos tampoco va a ser una buena solución, por los motivos anteriormente descritos, y porque los nutricionistas se han cansado de decir que las dietas muy estrictas y dificiles de seguir suelen provocar un efecto rebote, y muchas personas acaban ganando más peso del que tenían al iniciar la dieta.
Una pequeña victoria frente a la cultura de la dieta
Lo mejor de esta historia es que supone una pequeña victoria frente a quienes, como dice Sara Tabares, intentan hacer de la insatisfacción corporal un modelo de negocio.
También supone una demostración de que si hacemos fuerza contra las malas prácticas por parte de las empresas o profesionales, en ocasiones podemos conseguir el objetivo deseado.
Lo más sorprendente es que una de las primeras personas que hablo de ello en redes sociales fue el blog We Lover Size en abril de 2021. Y no llegó a difundirse tanto como ahora.
La mala idea de poner un cerdito en la nevera
Te vamos a dar varios motivos por los que poner un cerdito en la nevera no es una buena manera de tener una relación sana con la comida.
- La imagen del cerdito puede hacer pensar que si comes, vas a ponerte como un cerdo/a. Y eso genera un miedo a comer y un rechazo a la comida. Cuando para tener una buena salud y una adecuada relación con la comida, en ningún caso habrá que odiarla o aborrecerla. Ni mucho menos odiarte o aborrecerte a ti mismo por comer.
Hay muchas personas con trastornos alimentarios que se ven o se sienten como una cerda, vaca... Por tanto, el cerdito en la nevera (que no tiene culpa de nada el pobre animalito), puede generar un rechazo a tu cuerpo y un miedo a engordar. Un rechazo corporal y un miedo que muchas veces se mantiene independientemente de conseguir el objetivo deseado, o de perder peso.
- En el caso de que alguien necesite un cambio en sus hábitos alimentarios, será bueno que vaya a una dietista/nutricionista para ayudarle a comer mejor, no a pasar hambre o rechazar los alimentos. No necesita una alarma que le impida comer. Además de requerir la adquisición de otros hábitos saludables como ejercicio, dormir, habilidades de gestión emeocional, o buenas relaciones sociales.
Pensar que la comida es la única responsable de nuestro peso y nuestra satisfacción corporal es un error enorme.
- Pasar hambre debido a dietas estrictas puede provocar conductas de descontrol o atracones de comida. Con lo que en la restricción podemos encontrar lo contrario de lo que se buscaría, es decir descontrol alimentario.
- Y llegamos a la falta de voluntad... Como describe Laura Hernangómez, la falta de voluntad no existe, y condena a la persona a algo que se tiene o no se tiene.
Atribuir a la falta de voluntad el fracaso a aguantar el hambre, es como decirle a alguien que se está durmiendo, que si se duerme es que no tiene voluntad.
El hambre, al igual que el sueño son sensaciones fisiológicas que nos avisan de que hay que cubrir esa necesidad.
Además de que la falta de voluntad solo se le atribuye a una persona con sobrepeso u obesidad, pero nunca a una persona delgada, independientemente de su relación copn la comida.
Si vemos a una persona delgada tendemos a atribuirle una serie de hábitos saludables sin conocer los mismos. Si la vemos comer un pastel, pensaremos que lo hace esporádicamente y por eso lo disfruta.
En cambio, si vemos a una persona de cuerpo grande tendemos a pensar lo contrario, que no se cuida y es su culpa, si se come un pastel, pensamos "claro, ¡¡así está!!".
Para cerrar este punto sabemos que el peso depende de múltiples factores, no solo alimentación y ejercicio.
En un estudio sobre percepción de la obesidad con una muestra de 138 jóvenes universitarios y 50 pacientes con trastornos alimentarios que asignaron calificativos sobre la personalidad a personas obesas, éstas fueron calificadas como excluido, tímido, susceptible, ansioso, rechazado, inseguro y el calificativo más usado fue pasivo (Jauregui, López, Montaña, Morales. 2008).
Un estudio que confirma que el estigma de peso afecta especialmente a las personas con cuerpos grandes, y lleva a una historia de dietas malogradas para perseguir el único cuerpo que aparece en los medios y que es más deseable socialmente.
Otros cerditos
Este cerdito (que al final no tiene culpa de nada el animalito, sino que se ha asociado a algo malo por la cultura de la dieta) es sólo un ejemplo de otros cerditos disfrazados de otras cosas que aparecerán en forma de producto milagro que te prometerá que vas a conseguir tu cuerpo ideal de forma rápida. Lo más importante es ser capaz de tener un espíritu crítico, de identificar las trampas de la cultura de la dieta y el negocio que hay detrás. Y ser consciente de que el cuerpo ideal es el tuyo cuando lo tratas bien.
No me quiero despedir sin agradecer a las personas que han revisado este artículo: Mamen Bueno, Cristina Andrades, María Sopeña y Gema García. Sus aportes han sido muy enriquecedores.