La mayoría de veces las cosas no ocurren de forma mágica sino fruto del trabajo, el esfuerzo y la ayuda necesaria.
Hoy me siento orgulloso de haber acompañado durante varios años a Irene y haberla visto caer en el pozo más profundo para, con mucho esfuerzo y trabajo en terapia, junto a mucha valentía y afrontamiento por su parte, haber logrado salir de él y convertirse en una persona nueva, sacando lo mejor de ella. Hoy nos cuenta su historia.
Testimonio de Irene Lázaro Magariño
Hoy es un día nuevo y diferente para mí, diferente de raro, diferente de desconocido. Hoy sé mirar atrás sin miedo sabiendo quién soy y las cosas que me constituyen. Hoy puedo admitir que a pesar de seguir siendo esa niña asustada tengo la capacidad de afrontar lo que venga porque por dentro siento que no puede ser peor que lo que ya se fue, y es que cuando hablo de cosas que ya no están no me refiero solo a situaciones que no fueron tan fáciles como me hubiese gustado que fuesen, hablo de partes de mí que ya no existen, que se han ido junto con el resto de obstáculos (por llamarlo así) que han hecho todo un poco peor de lo que era.
He entendido que no podemos controlar el futuro de ninguna de las formas, pero que quizá sí que podemos hacerlo más bonito si sabemos ser quienes queremos ser.
He entendido que hay pasos que duelen y que ese dolor que creemos sentir siempre es superficial, porque lo de verdad viene de más adentro; y que hay seres sin una mínima gota de luz, pero que los que brillan suman el doble y hacen que cada caída merezca la pena para continuar, porque juntos siempre somos más.
He entendido que si tú mismo miras en ese pozo sin fondo que crees tener dentro, cuando levantas la cabeza ves el cielo más cerca que el infierno, y es que todavía no he aprendido a volar, pero el número de vidas me lo marco yo misma aprendiendo a renacer.
He llegado a sentir que mi alma estallaba junto con todo lo que me rodeaba, pero ahora tomo conciencia de que cuando aprendes a explotar los valores y principios que forman parte de ti, todo lo que te acabas proponiendo acaba siendo un paseo como quién se sienta en la arena a esperar que amanezca porque tiene la certeza de que va a ocurrir, y que esos límites que creías tener por imposición de ti misma se acaban desplazando al exterior de modo que tú decides qué te hace daño, y esta vez no marca lo alto que puedes escalar.
He conseguido cogerme la mano a mí misma y ya no hay huracán de tristeza que consiga soltarme.
Porque no, ya nunca dejará de ser este yo, mi, me, conmigo.