Te levantas por la mañana y lo primero que haces al incorporarte es mirar tus piernas, y te dices: ¡¡Ya están otra vez aquí!! Vas al baño, te miras al espejo y te fijas en tus piernas, las cuales detestas; te duchas y después de ducharte, observas tus piernas de nuevo al secarlas con malestar; te sientas para desayunar y al hacerlo contemplas tus piernas, ¡¡qué gordas!!, piensas. Y así durante todo el día, y toda la semana y todo el año.
Hay personas que cuando hay alguna parte del cuerpo que no les gusta, lo que hacen es fijar su atención en ella. Cuanto menos te gusta, más te fijas, y eso provoca un enorme malestar.
En trastornos alimentarios suele ser muy habitual esa microexploración a lo que no te gusta, que puede acabar convirtiéndose en dejar de mirarse al espejo.
En el capítulo “La docena sucia”, Gema García, se refería al caso que hemos descrito como la lupa, y ésta es un filtro distorsionado que se ponen las personas con problemas de imagen corporal.
¿Qué podemos hacer diferente?
En primer lugar trata de identificar aspectos corporales que te gustan de ti. Tal vez te gusta tu pelo, o tus ojos, o tu cuello. Seguramente que hay algo que te gusta o te disgusta menos.
Si observas aspectos corporales que te gustan más, tendrás una emoción más agradable. Y dejarás de prestar atención a aspectos físicos que no te gustan y que al poner la lupa o los prismáticos se hacen más grandes.
Si tengo un lunar que no me gusta, y lo miro todo el tiempo, al final tendré la sensación de que el lunar es tan grande como Júpiter.
Todos tenemos aspectos físicos que nos gustan más y menos. Centra la atención en aquello que te gusta, eso te permite sentir más bienestar.
En 2º lugar hazte la siguiente pregunta: ¿lo que no me gusta de mi cuerpo, se puede cambiar?
Si hay formas saludables de producir el cambio, como por ejemplo, una buena alimentación y hacer ejercicio, ponte a ello. Busca ayuda si es necesario para conseguirlo.
Tal vez lo que no te gusta no se puede cambiar, como contamos en el capítulo “la historia de tus defectos”. Si fuera así, y lo que no te gusta no se puede cambiar, entonces hay que aceptar esas cosas que no te gustan y posteriormente, poco a poco, tener una actitud compasiva y aprender a quererlas.
Algo que ayuda a aceptar las cosas que no nos gustan, es subir la autoestima.
Si yo me quiero, me sentiré mejor con mi cuerpo, aunque no se ajuste al modelo de belleza imperante. Ni falta que hace.
Descubriendo lo que no ves en tu foto
Por último, me gustaría que hicieras el siguiente experimento:
Coge una foto tuya y obsérvala. En lugar de tener una actitud crítica con tu cuerpo o con tu postura, trata de recordar que había alrededor de la foto, lo que no aparece, el lugar en el que te encuentras. ¿Qué emociones estabas sintiendo?, ¿con quién estabas? ¿lo estabas pasando bien?.
Al final lo que importa de la foto no es cómo sales en ella, sino la experiencia que viviste.