La autoestima es como el peso: tenemos un amplio margen en el que podemos estar sanos y equilibrados...y existen los defectos y los excesos, ambos insanos. Están relacionados con la forma que tenemos de alimentarla, y repercute en la forma en la que nos vemos en el espejo, el físico y el psicológico. Al espejo psicológico, la representación que una persona tiene sobre cómo es, lo llamamos Yo percibido.
Veamos cómo influyen en él las dietas a las que sometemos a nuestra autoestima:
Dieta del Yo debería: Infra-autoestima o Autoestima baja
La dieta del Yo debería es una dieta muy pobre: consiste en normas y obligaciones rígidas, absolutas y poco realistas con la condición humana. La persona piensa que para ser mínimamente aceptable tiene que cumplir esas reglas pero como suelen ser imposibles de cumplir siente permanente culpa. En las escasas ocasiones en las que cumple no se siente bien: simplemente evita sentirse culpable durante un breve momento. Esta dieta carece de los nutrientes básicos del reconocimiento y la autoaceptación incondicional. La dieta del Yo debería no da tregua, no permite sentirse bien, no nutre, no alimenta: el resultado es una autoestima constantemente baja.
En el espejo del Yo percibido, la persona con baja autoestima se ve como alguien débil, poco valioso e inferior a los demás, llenándose de etiquetas negativas.
En sus relaciones, las personas que siguen esta dieta se sienten egoístas si ponen límites o piensan que los límites son lo contrario al amor. En consecuencia, suelen ser ninguneadas, minusvaloradas e incluso despreciadas y abusadas, lo que les acaba confirmando su sentimiento de inferioridad. Un círculo vicioso del que resulta difícil salir sin ayuda.
Dieta del Yo Ideal: Sobre-autoestima o Autoestima inflada
La dieta del Yo Ideal consiste exclusivamente en aspiraciones, metas, expectativas y deseos de la persona. Podríamos decir que la autoestima inflada se alimenta demasiado de chucherías y poco de alimentos nutritivos. Las golosinas, que no nutren pero inflan, engañan el hambre de estima dando admiración, posesión y logros. Esto puede ser muy dulce para cualquier ser humano, pero si la dieta consiste sólo en eso las necesidades emocionales más básicas quedan sin cubrir. La persona siente que no tiene suficiente, intenta compensarlo buscando cada vez más golosinas... pero cada vez se encuentra más desnutrida y más inflada. Otro círculo vicioso complicado.
En el espejo del Yo percibido, la persona se percibe distorsionada porque es incapaz de ver sus errores, defectos o carencias: ha aprendido a verse como alguien extraordinario, perfecto y superior, llenándose de etiquetas positivas globales. Le da muchísima importancia a dar una imagen social impecable, a las apariencias. Cree que ser especial significa ser superior y que para demostrarlo tiene que poder con todo, destacar, competir. Realmente, necesita hacer un esfuerzo psíquico importante para evitar ver sus carencias y en el fondo tiene constante miedo a que salgan a la superficie porque se hundiría.
El estilo de relacionarse suele cambiar dependiendo del contexto. En las relaciones sociales más superficiales, la persona con este tipo de dieta suele intentar demostrar a la mínima de cambio lo admirable, exitosa o encantadora que es. A menudo consigue ser el centro o que otras personas la traten como si fuera especial. Se compara con los demás creyéndose superior. Sin embargo, no tolera fácilmente las distancias cortas porque en ellas se puede descubrir su auténtico yo y tiene miedo a que ese auténtico yo no sea aceptado. Cree que vale por lo que da, no por lo que es. Frecuentemente se decepciona con los demás, porque descubre que son imperfectos, y eso le genera sentimientos de soledad. A menudo puede mantener relaciones imposibles por el miedo al fracaso o al rechazo: las relaciones platónicas se mantienen ideales en su cabeza, y siempre puede seguir con la idea de que podría haber sido perfecto si lo hubiera intentado. Y es cierto: lo ideal siempre es más perfecto, con un grave inconveniente... ¡no es real!
Dieta de la autoestima condicionada: Autoestima lábil o vulnerable. El efecto yo-yó
La dieta de la autoestima condicionada consiste en un conjunto de condiciones que la persona tiene que cumplir para sentirse valiosa: caer bien a todo el mundo, no enfadarse ni tener conflicto con nadie, hacer felices a los demás, hacer las cosas correctamente, conseguir objetivos... Cuando cumple las condiciones, le embarga un sentimiento de bondad y/o perfección muy agradable y muy adictivo. Pero cuando no se cumplen esas condiciones, cae en el sentimiento de inferioridad, la tristeza y el desánimo. Así, esta dieta funciona parecida a las máquinas tragaperras: no siempre se gana, pero se continúa jugando con la esperanza de volver a ser algún día el ganador. El problema es que se pierde demasiado en la búsqueda de esos breves momentos de satisfacción.
Este problema es más frecuente que la baja autoestima. Y es normal que así sea: tenemos muy malos “hábitos nutricionales en autoestima”. Vivimos en una sociedad “loca” con ideas “locas”, incoherentes con nuestras realidades humanas y nuestras necesidades emocionales: no es posible caerle bien a todo el mundo; ser buena persona no tiene que ver con no enfadarse (no es posible ni sano no enfadarse nunca); el único que no tiene conflictos es quien no se relaciona; podemos contribuir pero no provocar la felicidad (porque es algo personal e intransferible como la huella dactilar); es sano tener objetivos y querer hacer las cosas lo mejor posible, pero no lo es establecer eso como condición rígida para quererse...
En el espejo del Yo percibido, la persona se ve de forma radicalmente diferente dependiendo del momento, del día o de la etapa vital en la que se encuentra, fluctuando entre las etiquetas positivas y las negativas: buena o mala, querida u odiada, aceptada o rechazada, entregada o egoísta, correcta o desastre, exitosa o fracasada... La flexibilidad, con sus matices, es un ingrediente fundamental que le falta a esta dieta yo-yó.
En sus relaciones, la persona suele vivir también fluctuaciones entre sentirse querida haciendo lo que los demás esperan y quieren de ella (“ser buena”) y explotar por sentirse abusada y ninguneada (sintiéndose entonces mala y culpable).
Dieta de la autoaceptación incondicional: Autoestima sana o equilibrada
La dieta de la autoaceptación incondicional tiene como ingredientes fundamentales la autenticidad y la flexibilidad. También tiene sueños y tiene líneas rojas, así que podríamos decir que incluye a los Yo Ideal y Yo Debería, pero como dos ingredientes más de los que no depende su valía personal: como una guía para orientarse, y no una condición rígida que cumplir. Ésta es una dieta dinámica, de hecho cambia mucho más que las anteriores, porque su flexibilidad le permite aprender constantemente y su responsabilidad le empuja hacia el crecimiento y la superación personal. Además, las personas que siguen esta dieta se hacen su propia “comida”: no asumen los debería e ideales impuestos por los demás, sino que los cocinan en sus propias decisiones. Y en sus guisos no faltan los tropezones: de ellos se aprende y se los acepta como parte del guiso total.
En el espejo del Yo percibido, la persona conoce sin avergonzarse sus capacidades o puntos fuertes y también sus limitaciones o carencias, y se siente feliz de vivir y de ser quien es, se sabe especial simplemente por ser única, por esa peculiar combinación de rasgos que nos hace a cada ser humano diferente. Intenta prescindir de etiquetas, o al menos matizarlas, porque sabe que pueden convertirse en jaulas peligrosas, tanto las positivas como las negativas.
En sus relaciones, la persona parte del respeto al otro al igual que a sí mismo, negociando deseos, preferencias y necesidades. Se relaciona desde la decisión auténtica de querer estar y desde la elección, no desde el sacrificio ni desde la necesidad. Siente que aporta por lo que es, no por lo que da o consigue. Se siente también merecedora de recibir y aceptar las diferentes expresiones de cariño y reconocimiento de los demás. Sabe que a veces decepciona y otras la decepcionarán, porque somos diferentes e imperfectos, pero decide que al fin y al cabo merece la pena relacionarse. Elige sus relaciones, eso sí. Porque no busca que la quieran muchos...sino que la quieran bien.
Y tú... ¿cómo alimentas tu autoestima?