Ésta es la realidad que se esconde detrás de un objetivo puramente económico, sin otro interés. El sexo vende y esa es la cuestión.
Hay quien habla de un "marketing del amor" en el que las personas somos tratadas como un producto de consumo. Un negocio que, curiosamente, centra el foco en nuestra intimidad. ¿Sabías que, a través de nuestro cuerpo, expresamos nuestro yo más profundo? Una caricia, una mirada, un beso, una palabra… Nuestra interioridad debería tener mucho más valor y nunca ser considerada como un mero anzuelo de captación de consumo. Sin embargo, parece que hoy todo es consumible. Entonces, ¿es el mercado entonces quien marca nuestro valor humano?
Los más jóvenes son un buen blanco. Básicamente por dos motivos, el primero por encontrarse en una etapa sensible, vulnerable y frágil; y el segundo porque hoy es muy fácil acceder a ellos a través de las redes sociales. Justamente, en este medio, es demasiado sencillo trasladar la hipersexualización porque no hay ningún tipo de regulación que proteja a los menores. En esta línea, se observa que el mundo online sigue el mismo modelo de cosificación que el offline, pero hay menos control y más visibilidad.
Instagram, influencers y sexygramers
Instagram es una de las redes más utilizadas y también en la que ha cristalizado la proliferación de imágenes y mensajes sexuales. En este contexto, están en auge un modelo de influencers que triunfan por vender su intimidad, un estilo de vida maquillado y una felicidad que huele a estafa. Sobre todo, suelen ser chicas que publican su vida a cambio de dinero, ropa, invitaciones a restaurantes, vips en discotecas, viajes, etc. Todo ello parece tan auténtico que genera un gancho para los jóvenes que caen fácilmente, sin darse cuenta, en el engaño.
Las citadas influencers presumen de ser chicas muy experimentadas, que saben usar su cuerpo para el marketing. Tienen un discurso aparentemente feminista. Se trata de jóvenes que han tomado el modelo sexual masculino, más liberal, más desinhibido. Utilizan su cuerpo como un objeto para mercadear, sea para conseguir popularidad, likes o dinero. No obstante, ¿han conseguido con su actitud que los hombres dejen de verlas como un objeto de placer?
Estos modelos son imitados mayoritariamente por chicas. Así, y quizás de forma inconsciente, van dejando que sean los demás quienes las valoren a partir de imágenes a menudo retocadas, suscitando un patrón cada vez más “sexygramer”. Ante esa sobrexposición de la intimidad, aparecen entonces las fragilidades contemporáneas con problemas como fobias sociales, anorexia, bulimia y depresión.
Del mismo modo, al basar su autoestima en la percepción de su cuerpo, si la visión es negativa, también les condicionará en la elección de amigos y parejas tóxicas. Y es así porque la hipersexualización condiciona nuestra imagen corporal, nuestra identidad y cómo nos relacionamos con los demás.
¿Cómo prevenir ese modelo hipersexualizado?
La buena noticia es que hay esperanza para conseguir un futuro alejado de este modelo hipersexualizado que afecta a la autoestima de muchas niñas, encerradas en una burbuja de cuerpos y vidas falsas que les somete a un estrés de perfección e ideales imposibles de alcanzar.
La clave está en cuidar la intimidad desde la infancia, generándoles espacios que favorezcan vínculos afectivos sanos.
Estos nexos son esenciales especialmente durante los primeros años de vida, así como valorarles por lo que son, quitando importancia a sus atributos físicos. Igualmente, es determinante optar por resaltar también sus habilidades e interacciones con los demás, alejándoles de las percepciones externas.
Los actores públicos y privados (familias, escuelas, medios masivos de comunicación y nuevas tecnologías, gobierno y legisladores) tenemos la responsabilidad de guiarles, debemos educarles desde la niñez con una mirada limpia y sin filtros. Hay que fomentar la capacidad visual que les permita tratarse bien a sí mismos, quererse y desarrollar una autoestima potente. Es preciso que los jóvenes que se valoren por lo que son y que sean, de esta forma, capaces de mantener relaciones sanas consigo mismos y con sus semejantes.