Toc, toc…
Llaman a la puerta, escuchas la llamada. Te asomas a la mirilla y ves que llega un mensajero con una información que no te gusta o que no entiendes. Eso te asusta y prefieres hacer como que no hay nadie en casa; empiezas a moverte en silencio, hablas por señas con tu compañero/a de piso, caminas de puntillas… en definitiva haces mucho esfuerzo para evitar abrir.
Pero ese mensajero ha venido a traer información para ti, así que, fiel a su cometido, sigue llamando a la puerta, cada vez con más fuerza. Sabe que lo que tiene que contarte es importante, y quiere que le escuches.
El esfuerzo que tienes que hacer para no atenderle es cada vez mayor, así que empiezas a sentir desasosiego, irritabilidad, ansiedad… El mensajero no se irá sin cumplir su misión; hacerte consciente de una información que es importante para ti.
Pues bien, las emociones son como esos mensajeros; nos hacen llegar información importante para nuestro bienestar.
“Las emociones son un lenguaje único a través del cual el cerebro se comunica con el cuerpo” L. Greenberg
Cuando nos empeñamos en desatenderlas o evitarlas, es como si tratásemos de “matar al mensajero”, como si así fuera a desaparecer o resolverse por arte de magia la información que nos trae. Y acaba ocurriendo todo lo contrario, por más que usemos recursos de evitación para no conectar con nuestras emociones, éstas no desaparecen, y terminamos sintiéndonos ansiosos, irritables y desconcertados.
Pero no sólo eso, el problema del que venían a informarnos sigue ahí, y puede que se haya hecho hasta más grande. Así que escaparnos de nuestras emociones vendría a ser un intento de solución a corto plazo, que hace que el problema y el malestar aumenten a medio y largo plazo.
Descubriendo sus cartas
TODAS las emociones nos avisan que algo importante ocurre en nuestra vida y buscan movilizarnos para mantener una situación de bienestar o regular/solucionar aquello que nos hace daño: la tristeza nos avisa de que sentimos lejos algo o alguien importante para nosotros o que hemos sufrido una pérdida, la culpa nos da la pista de que hemos hecho algo mal, el enfado nos cuenta que estamos siendo invadidos o dañados, el miedo nos avisa de que estamos en peligro… y así con todas las emociones. Cada una es única, y nos cuenta algo específico. Sólo tenemos que aprender a identificarlas y escucharlas.
“Nuestras emociones y sensaciones físicas son nuestros sensores (…); nuestras referencias sobre lo que ocurre y cómo nos afecta, sobre lo que necesitamos y cómo conseguirlo” Anabel González (2017)
De alguna manera, las emociones incómodas (no me gusta llamarlas negativas) son como una señal de peligro para que cambiemos de dirección, porque algo que hemos hecho o está pasando nos daña o nos aleja de nuestro bienestar; y las emociones que nos gusta sentir (orgullo, calma, alegría…), son como palmaditas en la espalda de nuestro sistema emocional diciéndonos que vamos por el camino correcto, que lo que está ocurriendo o la conducta en la que nos hemos involucrado contribuye a nuestro bienestar, son una especie de señal de “sigue así”.
Una vez que hemos identificado lo que sentimos y qué ha desencadenado que nos sintamos así, toca decidir qué hacer. En algunas ocasiones podemos hacer algo más o menos inmediato para resolver la situación (por ejemplo aclarar un malentendido si me siento enfadada con una amiga), pero en otras, sentir esa emoción forma parte de un proceso (por ejemplo en un duelo) o va a acompañarnos durante un tiempo (la incertidumbre mientras espero el resultado de una prueba médica); en esos casos simplemente tenemos que acoger la emoción, darnos permiso para sentirla, encontrar la mejor forma de expresarla para poder darle salida, y cuidar de nosotros mismos en el dolor. El dolor es una parte inevitable de la vida, pero el sufrimiento que aparece como consecuencia de no escucharnos, de no atendernos o incluso de maltratarnos en el dolor, es evitable.
La Teoría Transdiagnóstico (Fairburn…) habla de los factores comunes que esconden los diferentes trastornos alimentarios, y uno de ellos son las dificultades en la gestión emocional. Las personas con anorexia tienden a anestesiarse de sus estado emocionales a través del control y la restricción. Mientras que en bulimia y trastorno por atracón encontramos con frecuencia que la persona se refugia en la comida como forma de calmar o evitar sus estados emocionales, la comida funciona como una especie de “ansiolítico” que calma el malestar en un primer momento, pero que no resulta efectivo; tras un corto periodo de tiempo, la emoción que desencadenó el atracón sigue llamando a la puerta, y se le han unido (como poco) la vergüenza y la culpa por lo que acaba de pasar. ¿Resultado? El malestar a medio plazo, aumenta.
¿Hago caso a la razón o a la emoción?
¿Entonces… todo esto quiere decir que tenemos que tomar decisiones vitales escuchando sólo a nuestras emociones? No exactamente. Te cuento…
Nuestras emociones nos informan de aquello a lo que debemos atender, y la razón nos ayuda a buscar la mejor forma posible para solucionar ese problema o regular esa emoción. Es lo que en la terapia dialéctico comportamental de Marsha Lineham llama la “Mente Sabia”. Es como si nuestras emociones fueran los caballos de nuestro carruaje (fuerza, motivación, guía…) y la razón fuera el cochero, quien dirige a los caballos; las emociones nos movilizan y la razón nos guía.
“Las emociones exponen los problemas para que la razón los resuelva” L. Greenberg
A la escucha de tus emociones
Te propongo un ejercicio que te ayudará a entender y gestionar mejor tus emociones:
- Busca un listado de emociones y tenlo cerca
- Cada día, dedica un minuto a cerrar los ojos, conectar contigo, atender a tu interior, escuchar tus emociones y notar las sensaciones corporales que las acompañan
- Cuando el minuto haya pasado, ponle nombre a lo que sientes y trata de identificar qué información relevante te trae esa emoción
- Después responde a estas preguntas:
- ¿Qué necesidad hay detrás de esta emoción?
- ¿Qué puedo hacer por mí para atender esa necesidad?
Si descubres cosas interesantes al pararte a estar ese minuto diario contigo, o te apetece compartir alguna reflexión, cuéntanoslo en el hashtag #ALaEscuchaDeMisEmociones. ¡Te escuchamos!
Bibliografía recomendada
- González, A. (2017) No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Anabel González
- Greenberg, L. (2000) Emociones: una guía interna. Bilbao: Desclée De Brouwer
- Greenberg, L. (2015) Emotion - Focused Therapy. Washington: American Psychological Association
- Linehan, M. (2014) DBT® Skills Training Handouts and Worksheets. Guilford Press