En otras ocasiones hemos hablado de las trampas y engaños de los trastornos alimentarios a nivel de contenidos: esas mentiras que te susurra la enfermedad, esos chantajes en los que te atrapa fácilmente. Pero eso no es lo peor. Lo más difícil de detectar y desenredar no es qué te dice sino cómo: lo más complicado de desentrañar no son los contenidos, sino los procesos, es decir: las formas de funcionar. Como una magia oscura, la enfermedad se alimenta de tus cualidades convirtiéndolas en daño. Como un tumor maligno, hace crecer de forma anormal lo que antes era tu forma de ser transformándola en motor de patología. Como un parásito, se confunde entre tus hábitos formando parte de ti. Como un vampiro, se alimenta de lo que antes era tu esencia para convertirte en una marioneta bajo su control sin que tú lo notes, hasta que te resulte difícil diferenciar el trastorno de tu persona. Las bases de este veneno que te posee son el control perfeccionista y la evitación en diferentes formas. Y estos son algunos de los mecanismos que utiliza para inoculártelos en diferentes etapas:
- Negación/ Minimización. Estos mecanismos de defensa estaban muy mal vistos en Psicología hasta que la investigación ha demostrado que pueden ser sanos en determinadas circunstancias. Lo realmente insano es radicalizarlos y/o ponerlos en marcha cuando la situación requiere acción. Puede que sean tu escudo habitual ante el dolor, y eso no tiene por qué ser negativo. Seguramente fueron adaptativos durante tu historia personal para manejar ciertos miedos, inseguridades o situaciones duras por las que has pasado. Pero la enfermedad se puede aprovechar de ellos para colarse: no sólo haciéndote pensar que tu situación "no es para tanto" (en contra de lo que dicen tu familia o los profesionales que te tratan) sino ayudándote en el día a día a ignorar que estás enferma, normalizando hasta extremos ilógicos tu actividad cotidiana, silenciando tus sensaciones de fatiga y anestesiando tus emociones. Pero tal vez en el momento actual puedas aprender a suavizarlas, a controlar más cuándo usarlas y cuándo no, y a ampliar y flexibilizar tu repertorio de estrategias de afrontamiento para que sea más sano y adaptativo.
- Externalización de la solución: búsqueda del salvador/a. Cuando tomas conciencia del sufrimiento del trastorno alimentario, éste es tan elevado que una tentación frecuente es la de encontrar un salvador/a que te "saque" de ese trastorno, una fantasía de curación total, indolora y a poder ser rápida, pasiva como una cirugía y superficial como cicatrizar un rasguño. Pero esa salvación no existe. Desconfía de gurús que "te van a sacar" del trastorno. Desconfía de pautas mágicas que dan una aparente seguridad. Desconfía de superhéroes/superheroínas porque, aunque es muy tentador creerles, la persona que te va a salvar vas a ser tú misma. Con apoyos, por supuesto. Pero la responsabilidad de salir es tuya, la motivación es tuya, la vida en juego es la tuya. Durante momentos muy críticos, tanto tu familia como el equipo terapéutico compartiremos co-responsabilidad contigo, y por supuesto que estaremos motivados para ayudarte a salir porque valoramos mucho tu vida. Hay fases muy oscuras en las que intentaremos ser muletas en esas ganas de vivir y de salir adelante. Pero son fases, son momentos, y es necesario que ese periodo dé paso a otro en el que tú cojas las riendas. Como terapeutas es frustrante y duro decir esto, pero es lo más realista, sincero y sano que podemos decir. Pensar que si no avanzas es porque aún no has encontrado al terapeuta adecuado, o al equipo terapéutico "perfecto" puede ser una trampa para evitar responsabilidades en tu proceso de recuperación. Cargar las tintas en los errores que comete tu familia puede ser otra trampa en la misma dirección. Por supuesto que es importante que hables de lo que te duele y de tus opiniones respecto al tratamiento, pero mantén siempre un equilibrio con un foco interno: dónde te encuentras con respecto a la enfermedad, qué quieres, a dónde te quieres dirigir y qué estás haciendo para ello.
- Fantasía procrastinadora. Ya has tomado conciencia del problema. Ya has decidido que tu papel es el más importante en la recuperación. Y has decidido que vas a ponerte con ello…pero hoy no, "mañana". Porque ahora las circunstancias no acompañan, porque ahora tienes pendiente tal trabajo, tal examen, tal relación, tal cuestión pendiente, tal dolor… Te voy a hacer un spoiler realmente doloroso: en la vida no van a dejar de pasarte cosas. Es más, no van a dejar de dolerte esas cosas que te pasen, no van a parar de removerte, de descolocarte… Eso es en parte vivir. Pero tengo otra sorpresa buena para ti: eres mucho más fuerte de lo que imaginas. Los seres humanos sólo descubrimos hasta que punto llegan nuestras fuerzas cuando nos enfrentamos realmente al dolor. El "truco" es hacerlo poco a poco. Ponte límites, adquiere compromisos concretos, ponte pequeños objetivos (esos mini objetivos que al perfeccionismo le matan, porque él quiere o todo o nada). No te pierdas en ideales magníficos tipo "voy a comer sano cuando se pase esto". Empieza ahora con lo poquito que puedas. Paso a paso.
- Control. El mayor problema en un trastorno alimentario no es la sensibilidad, sino intentar suprimir esa sensibilidad controlándola con normas racionales que poco tienen que ver con el funcionamiento de las emociones. Como el mayor problema no es la falta de autonomía que genera, sino el sucedáneo de hipercontrol aparente con el que te estafa. Ni tu problema son tus presuntos defectos sino ese perfeccionismo insano que impone unas diferentes normas para ti que para el resto de los mortales. Como si fueras una superheroína o un superhéroe: las emociones son importantes, pero para los demás, el derecho al descanso está bien para los demás, la aceptación, el amor y el perdón, para los demás. Como si tú no fueras de este mundo. Y esa peligrosa exclusión del mundo de los mortales en ocasiones contamina también el tratamiento: eso puede funcionar para los demás, pero no para mí. La dieta estricta no es la solución para los demás, pero si lo es para mí. Un infrapeso tan grave lleva a riesgo de mortalidad a los demás, pero no a mi. Los vómitos suponen un riesgo cardíaco grave, pero no para mí… "porque yo controlo". Y como yo controlo, no sigo las recomendaciones del equipo terapéutico, no escucho, o hago que escucho pero decido realmente según mis modos y mis procedimientos, sin darme cuenta de que mis maneras y formas de proceder son ya, a estas alturas, las de la enfermedad. Si realmente estás tú detrás de una decisión, no temas planteárselo al equipo. Pero mantén la mente y el corazón abiertos a la posibilidad de poder estar equivocada/o o de flexibilizar tus métodos. Deja entrar algo que no sea el trastorno y sus rigideces. Empieza por dejar pasar la conciencia de tus emociones y tus sensaciones.
- Desesperanza. Este virus se cuela a través del ciclo omnipotencia-impotencia que tanto le gusta al perfeccionismo. Tenías que haber podido con todo y si no…es que eres inútil, despreciable, incapaz, un caso imposible. Te das por vencida. Te etiquetas de "crónica". Lo cierto es que si en este momento piensas que eres crónica/o, eso es lo que serás por ahora. Pero sólo por ahora. Realmente los trastornos alimentarios, como la vida, se componen de etapas. Y, en contra de la creencia popular, la investigación nos ha demostrado que cuantos más años pasan, más probabilidad tienes de abandonar el trastorno. Así que cuando una persona se etiqueta de crónica prefiero reformularlo como un descanso para tomar aire. Un respiro en el prolongado camino de lucha y recuperación del trastorno alimentario. No importa cuantos años lleves conviviendo con el trastorno, siempre habrá algo que se pueda mejorar, poco a poco. Pero puede que ahora no te sientas preparada/o para hacer ningún cambio. En este momento. Sólo "en este momento". Recuerda que es cuestión de etapas.
- Evitar la vida. El trastorno alimentario puede ser en ocasiones una coartada perfecta para evitar la vida. El bloqueo del cambio puede partir del miedo a "no dar la talla" o a lo desconocido tras años con la seguridad de las rutinas de la enfermedad y la anestesia emocional de los síntomas. Ten paciencia y sinceridad contigo misma/o. Permítete una oportunidad para reconstruirte, para re-conocerte más allá de la máscara del trastorno. A la enfermedad le suele aterrar que renuncies al ideal de ser perfecta/o. Pero ¿sabes? ser humana/o no está tan mal. Anímate a descubrirlo.