Me cuesta medir hasta donde llega “lo bien hecho” y donde empieza la obsesión por alcanzar el ideal.
Sin darme cuenta, poco a poco me meto en mi nube negra y me dejo llevar por las maldades que me digo a mi misma: "No eres lo suficientemente…", "Deberías haber…", "¿Quién eres tú para…?".
Yo sola me valgo y me basto para regalarme todo tipo de lindezas. Pullas puntiagudas que se clavan y me hacen daño.
Envuelta en mi nubarrón tengo la visión empañada. Muy lejos, borrosa, veo la silueta de una chica partiéndose de risa, no para de descojonarse, parece que se lo está pasando taaaan bien que me da envidia. Desde mi nube apenas distingo sus rasgos, así que despacio empiezo a andar hacia ella para acercarme. Un paso, otro, hasta que la tengo delante mío. Su cara me suena mucho: mis mismos ojos, mis cejas, mis labios, mi pelo. Soy yo!!
Cuanto más fuerte sea la autoexigencia hacia nuestro cuerpo, más nos costará vernos.
Imagen: pinterest henri sw.
A veces nos perdemos tanto en la exigencia de lo que tenemos que ser, que nos olvidamos de disfrutar de quienes somos. El ansia de la perfección es un mal compartido por muchas de nosotras y esto incluye la exigencia con nuestra imagen.
¿Y qué pasa si continuamente nos estamos lanzando dardos venenosos sobre nuestro cuerpo?
Pues pasa que lo maltratamos y nos maltratamos a nosotras mismas. Me vale lo mismo etiquetarnos como gordas, como algo despectivo, que obsesionarnos por ser hipersaludables o querer tener un culo como la Kardashian. Todo lo que sea poner el foco fuera de nosotras, nos aleja de quienes somos, nos deja perdidas, inseguras y sin rumbo.
Cada una hemos construido un mundo sobre nosotras, cada una tenemos nuestro propio estándar de perfección, pero está claro que la presión social nos guía a casi todas hacia la misma dirección:
Las arrugas no molan, los michelines tampoco, mejor tener el pelo liso y brillante, piel blanca, los pezones rosados, el culo grande y duro, cintura minúscula, las canas hay que taparlas, el pecho enorme pero erguido, los labios carnosos, las estrías y la celulitis son el diablo, las piernas largas, las cejas pobladas pero con forma geométrica, los pies mejor pequeñitos... y un eterno etc.
Y con este listado Doña Perfecta se pone a trabajar y nos exige que tenemos que ser así, tal cual. Da igual si por el camino perdemos la sonrisa o nuestra espontaneidad. No importa si dejamos de hacer lo que nos gusta, ni si ya no nos acordamos de lo bueno que tenemos. No importa si nos convertimos en unas amargadas.
El ansia por ser perfectas es la pérdida de nosotras mismas.
Ahora me diréis: ¡Ya!, esta teoría es muy bonita, la hemos leído tropecientasmilveces y nos la sabemos todas, pero lo difícil es aplicarlo. ¿Cómo narices domamos a la Doña Perfecta que llevamos dentro?
¿Cómo podemos ser más flexibles con nosotras y nuestro cuerpo?
#1 BODYLOVE
Lo más importante de todo es tener paciencia, el tratarnos con mimo y cariño. Si nos metemos presión por ser perfectamente imperfectas no arreglamos nada, la típica frase de "Tengo que estar bien", normalmente nos llevará a todo lo contrario. Así que unas buenas cucharadas de calma y comprensión.
#2 BODYTALK
Escuchar cómo nos hablamos es un ingrediente fundamental para conocernos, poder relativizar y comprender nuestro comportamiento. Si te prestas atención empezarás a entender muchas de las emociones que sientes sobre tu cuerpo.
#3 BODYCONECT
Conocer la forma de nuestro cuerpo, su temperatura, sus texturas; nos ayudará a sentirlo nuestro. Así podemos construir una relación positiva entre lo que somos por dentro y por fuera.
Y ahora, ¿qué te parece si empiezas a trabajar para hacer más flexible a tu Doña Perfecta?