Desde la trampa de la magia mental, se piensa que “cuando se corrija la distorsión” me sentiré bien y haré determinadas cosas, “cuando solucione mi insatisfacción” abandonaré los síntomas…. Dado que nuestra cultura nos transmite constantemente y por muy diferentes vías que podemos controlar y modificar nuestro cuerpo a nuestro antojo (con dieta, con ejercicio físico o con otros métodos) “simplemente con fuerza de voluntad”, acabamos creyendo que la solución a la insatisfacción corporal es cambiar nuestra silueta e igualar el ideal estético que nos han transmitido. Sin embargo, la pretendida “solución” de nuestra cultura no hace más que agravar el problema: cuanto más esfuerzo le dedicamos al infructuoso objetivo de equipararnos a un estándar imposible, mayor obsesión, mayor ansiedad, mayor atención focalizada y, con ella, mayor distorsión y mayor insatisfacción, más conductas problemáticas que alimentan la sensación de falta de valía, y menos conductas sanas que podrían ser el antídoto a esa alteración de la imagen corporal.
Por todo ello, una metáfora que me ayuda mucho al comenzar el trabajo de la imagen corporal es la de la terapia de pareja: imagina que vienes a tratamiento con tu cuerpo, con el que convives desde hace tiempo, pero con el que mantienes una relación francamente deteriorada últimamente. Tú tienes un montón de quejas sobre él, seguro. Pero ¿y qué crees que diría tu cuerpo sobre ti?, ¿qué quejas traería sobre cómo le tratas, las cosas que le dices, lo que le obligas a hacer, lo que no le permites?
7 pistas para detectar el maltrato hacia tu propio cuerpo
Te doy algunas pistas de lo que creo que detectaría en esa relación entre tu cuerpo y tú:
- Amor condicional: Poner condiciones para quererte (cuando adelgace me gustaré, cuando tenga menos tripa, cuando tenga más músculo, cuando….). El amor condicional (te quiero sólo si cumples las condiciones que yo te pongo) engancha mucho, igual que una máquina tragaperras: a veces toca premio y el subidón es tremendo…pero la bajada a los infiernos también lo es. La trampa es que te mantiene con la falsa ilusión de que algún día conseguirás amor estable para siempre, como si te fuera a tocar “el gran premio”: el día que el amor de verdad sea posible. La triste realidad es que ese momento no llega, y si llega no dura, porque siempre aparecerá una nueva condición que tengas que cumplir, un fallo que enmendar. Y entonces viene la culpa.
- Culpa: la más tramposa de las emociones (si hubiera comido menos, si hubiera hecho más ejercicio, si…). La culpa te hace sentir mal pero en el fondo te hace sentir poderosa/o, te hace pensar que tienes el control, que “si tú cambiaras esas pequeñas cosas, entonces…”. Es mentira. Siempre habrá un defecto que corregir. La culpa además pone una lupa gigante sobre ti: de tanto mirar tus presuntos defectos, cada vez los ves más grandes y cada vez menos tus cualidades. Pero la peor trampa de todas es el bucle de justificaciones que demuestra que te tiene totalmente lavado el cerebro: como la culpa te vigila, te controla y te critica a cada paso, empiezas a justificarte, negociando con ella (sólo comí un poquito, es que estaban delante mis padres; es que tenía hambre; es que no tenía otro remedio) o pagándole después (mañana compenso, después hago ejercicio, después…). La realidad emocional es que te justificas contigo misma porque sientes que no puedes ser tú misma (por el amor condicional: sólo te querrás bajo determinadas condiciones).
- Control: para evitar la culpa, pones en marcha mecanismos de hipercontrol y evitación que llevan a un montón de conductas agobiantes (en alimentación, en ejercicio, en imagen corporal, espejo, peso, ropa….). Todo ese esfuerzo que gastas en intentar controlar tu cuerpo no es amor, es inseguridad, porque le tratas como a un objeto más al que tener controlado. Y, por supuesto, le dejas sin vida.
- Aislamiento: Nadie lo entiende, así que ¿para qué explicarlo? ¿para qué conectar con otros? Mejor evitar a los demás. Mejor evitar determinadas situaciones que pueden comprometer tu frágil relación con la alimentación y con tu imagen corporal. Y cada vez te aíslas más.
- Amenazas: Jugar con tus miedos (“Vas a engordar”, “te vas a ver horrible”…). El miedo a verte peor, a sentirte fatal contigo misma/o te paraliza. Y cada vez pagas más conductas a ese miedo, sin darte cuenta de que cuanto más pagas su chantaje al acosador, más te atrapa.
- Insultos y desprecios: A veces de forma directa y, otras veces, disfrazada de crítica bienintencionada (“por tu bien”, “para cambiarte a mejor”, “para estar bien”). Lo cierto es que la crítica destructiva nunca consiguió cambiar a alguien de verdad ni de forma estable. Tienes derecho a no ser perfecta/o y no recibir insultos por ello.
- Invisibilización y desprecio de las necesidades emocionales. En todo este juego previo, no cuentan tus emociones. No cuenta cómo te sientes con cada conducta de control que te pide. No cuenta cómo te sientes con cada evitación, con cada aislamiento, con cada insulto… Tus emociones no son importantes, sólo se usan para manipular tu conducta a través del miedo y la culpa.
¿Sabes a qué responden los mecanismos que acabo de describir? Son todos ellos indicadores de una relación de maltrato. Maltrato perfeccionista, lo llamo yo, aunque me suena un poco a epíteto innecesario porque: ¿qué maltrato no lo es?, su base es siempre la crítica destructiva, creer que tenemos que ser perfectos y, a partir de ahí, todo vale.
Así que lo siguiente que yo tendría que hacer como terapeuta, después de escuchar a tu cuerpo, sería deciros a tu cuerpo y a tí: o para el maltrato o aquí no hay terapia de pareja. De nada sirve que las sesiones sean emocionalmente significativas, que durante un mágico momento corrijamos tu distorsión, si tú cuando salgas de la sesión no te comprometes a hacer cambios en el trato que le das a tu cuerpo… ¿crees que él va a querer volver a terapia?, ¿crees que se va a fiar de mí como terapeuta?
Esto no significa que los únicos cambios que haya que hacer sean conductuales. Tus comportamientos con el cuerpo son sólo una parte del problema, pero son un factor mantenedor y amplificador tan potente que suele ser lo primero que hay que atajar. Si necesitamos que te reconcilies con tu cuerpo, un primer paso es dejar de maltratarlo. Es más, a mí me suele gustar empezar por cuidarlo, como cuando en una terapia de pareja empezamos a cuidar las pequeñas cosas para facilitar reencuentros. Se trata de aumentar los momentos positivos con tu cuerpo, ese cuerpo perfectamente imperfecto al que se le puede querer y cuidar, aunque no estés satisfecha/o con todos sus aspectos (¿o es que tus seres queridos son perfectos?).
Reconciliándome con mi cuerpo
Éstas son algunas de las cosas que puedes empezar a hacer para ello:
- El primer cambio es dejar de tratarlo como un objeto o una cáscara: cierra los ojos, siente tu cuerpo desde dentro. ¿Cómo crees que sentías tu cuerpo cuando eras un bebé o en tu infancia? También tenías imagen corporal, pero era tan diferente a la que tienes ahora…y seguramente más sana. Tu cuerpo siente, a nivel sensorial y a nivel propioceptivo (mensajes internos), transmite sus necesidades y te agradece cuando las cubres, tu cuerpo es capaz de hacer cosas por ti, puede conectarte con los otros, permitirte disfrutar y expresar tus emociones, tus preferencias, tu subjetividad… Tu cuerpo es mucho más que tu apariencia. Tu cuerpo es tu hogar, tú lo habitas, y puedes cuidarlo al habitarlo.
- Amplia el foco al cuerpo funcional: Fíjate todo lo que tu cuerpo hace por ti. Amplía las actividades que haces con tu cuerpo y no las dirijas exclusivamente a la apariencia: dar un paseo, hacer relajación, meditación o yoga, manualidades, ejercicio físico cuando tu equipo terapéutico valore contigo que es seguro…
- Disfruta de tus sentidos: regálate sensaciones físicas, del tacto, de temperatura (una buena ducha fría o caliente), olfativas, auditivas, visuales… Da un paseo por la naturaleza (¡se ha demostrado que potencia una imagen corporal sana!). Y qué bien si te puedes permitir disfrutar también de todas las sensaciones positivas que nos puede aportar la alimentación.
- Exprésate a través de tu cuerpo: puedes hacerlo a solas al principio (por ejemplo, bailando), también con otros (con juego, teatro, masajes, abrazos, caricias, besos…). Tómate tu tiempo para vestirte, pero hazlo desde otro foco, desde dentro: desde cómo te sientes y quién eres piensa qué color te apetece ponerte hoy, qué texturas, qué estilo, qué olor… La estética no es ese cajón estrecho con el que nos hacen marketing. La estética es la vivencia positiva de tus sentidos proyectada, por ejemplo, en tu cuerpo. Proyecta tu estilo personal, no importa que no esté “de moda”. La mejor moda posible es ser tú misma/o.
- Escucha sus necesidades, intenta darles espacio. Descansar cuando estamos cansadas/os, movernos cuando así lo necesitamos, beber agua cuando tenemos sed, respirar profundo… ¿Qué necesita tu cuerpo en este momento? ¿Por qué no dárselo?
- Filtra la información dañina para tu cuerpo: rechaza los mensajes perjudiciales, protégele de la toxicidad que nos rodea en imagen corporal.
- ¿Tienes un mal día o una mala etapa con tu apariencia? Relativiza. Tu cuerpo es mucho más que eso que estás viendo en el espejo. Tu cuerpo está en constante cambio y, aun así, sigue aportándote, sigue acompañándote.
El amor se demuestra con hechos: ¿te animas a empezar poco a poco? No hace falta que te quieras “mucho”: Quiérete bien.